domingo, 12 de julio de 2020

Prioridad en septiembre: la gestión emocional

Prioridad en septiembre: la gestión emocional

Un estudio revela que al 76% de docentes y padres les preocupa la falta de motivación de los alumnos en el regreso y al 61% el manejo de las emociones.

Alumnos del colegio  San Ramón y San Antonio de Madrid durante una función del programa de Educación Responsable de la Fundación Botín.

Con 8,2 millones de alumnos en casa, las escuelas cerradas y los padres haciendo el pino puente, una de las primeras comunicaciones que recibieron las familias de colegio Las Naciones fue un vídeo. No eran instrucciones sobre las tareas, ni pautas para trabajar en casa: era una canción y un baile. La limpiadora, la cocinera, los profesores y la directora se habían puesto de acuerdo para mandar a sus alumnos un abrazo virtual en forma de baile. Familias de colegios de toda España han recibido vídeos así durante el confinamiento. Lo hicieron en los centros Agustina Díez, El Ágora de Madrid, o el Vega de Toranzo de Cantabria, por ejemplo.

Vídeos así han sido un recurso habitual en muchas escuelas, conscientes de que los afectos son la clave para afrontar el confinamiento. El estudio Panorama de la educación en España tras la pandemia de covid 19, de Acción Magistral y docentes de las universidades de Granada y Málaga, revela que para el 76% la mayor preocupación del retorno a las aulas es la falta de motivación y para el 61% la gestión emocional. Para esta investigación se ha entrevistado a 5.000 profesores, padres y alumnos. “Este proceso ha tenido un gran impacto en la vida emocional del alumnado y la comunidad educativa cree que hay que trabajarlo el año que viene de forma prioritaria”, explica el investigador Fernando Trujillo, uno de los autores del estudio.

Aunque motivar y transmitir afecto es muy difícil a través de una pantalla, la mayoría de los profesores lo han intentado. Según el psiquiatra experto en apego Diego Figuera “vídeos positivos, en un contexto de pesadilla, les hacían esbozar una sonrisa, estimulaba emocionalmente su cerebro, y les invitaba a conectar”. Y no solo a los alumnos: “Esos mensajes recuerdan a las familias que las escuelas son mucho más que contenidos. El 80% de lo que hacen los niños en el colegio es afectivo y emocional. Los que no entendieron esos vídeos estaban esperando que la escuela respondiera a ese lugar competitivo, de rendimiento social al que vas a convertirte en el número uno”, añade el psiquiatra.

Improvisar una escuela virtual

Desde el 9 de marzo hubo que improvisar una escuela virtual que evidenció las carencias del sistema. “Los profesores nos encontramos con los típicos mensajes de que estábamos de vacaciones, que vaya morro... Pero sabíamos que éramos una pieza clave, así que hicimos un esfuerzo ímprobo para demostrar que cumplíamos con nuestro trabajo, tratando de no perder a nadie por el camino. Lo más sencillo era trasladar los contenidos al mundo digital con tareas virtuales, pero nos dimos cuentacde que no funcionaba: los niños no eran autónomos y sobrecargábamos a unas familias superadas. No estábamos cumpliendo el objetivo: el seguimiento escolar”, explica la profesora madrileña de primaria Montserrat Poyatos.

Esta situación puso sobre la mesa que la escuela era mucho más que un espacio de difusión de conocimientos. “Para un niño la escuela es su mundo, la realidad más allá de su familia, donde se relaciona con los demás, donde aprende a estar con otros , un lugar en el que construirse como ciudadano y crecer socialmente independientemente de su origen. Y para eso se necesita el juego, la socialización y los afectos. ¿Cómo se puede recrear eso a través de una pantalla?", se pregunta Elisa Martín Ortega, de Facultad de Educación de la Autónoma de Madrid.

Carlos Magro, presidente de la Asociación Educación Abierta, cree que esta crisis evidencia que la escuela es un espacio de cuidado y afecto, pero conservar esta función en un entorno virtual sigue siendo una tarea pendiente. “Funciona como un gran sistema emocional regulatorio y, si falta, descompensa nuestra sociedad. Tardamos unas semanas en echarlo de menos y asumir que el cuidado debía ser la dinámica escolar. Ya lo era, pero no se había explicitado de forma universal. Y al dejar de estar juntos era más difícil cuidarnos. Por eso es importante volver a las aulas en cuanto sea posible: para recuperar lo que ofrece la escuela”, concluye Magro.

Muchos docentes se han desvivido para tratar de conectar con sus alumnos. Hubo quien les llevó los deberes a casa en papel, los buscaba móvil mediante, a través de la asistente social del barrio, o llamándoles al telefonillo. Sonia López, de la escuela pública Ponent, de Tarrasa, cuenta que la atención emocional y el acompañamiento fueron prioritarios en su colegio desde el primer momento de la pandemia. “Si no estábamos ahí los íbamos a perder, así que he pasado horas atendiendo y escuchando por todos los medios posibles. Y gracias a ello hemos enganchado a la mayoría de familias, el 95% han estado conectadas”, explica esta tutora de Sexto de Primaria, que no duda de que la gestión emocional será clave en el regreso. “Un niño angustiado, asustado, preocupado o triste no aprende. Por eso tuvimos las prioridades claras. Aprender a dividir es importante pero lo pueden hacer el año que viene. Todos los tutores han mandado mails individualizados a cada familia ofreciendo su ayuda”, dice la profesora.

También en la escuela de Montserrat Poyatos cambió la dinámica, y comenzaron a trabajar de forma más afectiva. “Empezamos a dejar las tareas de lado y a potenciar métodos de seguimiento, a charlar con ellos. Organizamos actividades de vinculación, jornadas de puertas abiertas de las casas, o una semana del libro especial... y esas actividades se tradujeron en un mayor compromiso con su tarea y más ilusión”, explica.

El camino en otros casos fue el estímulo. Julia Lamela, profesora de tercero de Primaria del colegio Las Naciones, explica que el mejor momento de la semana son las sesiones de acertijos y retos que hacen los viernes en grupos de 6 alumnos, o los desayunos on line para el primer grupo de la mañana. “Vi que respondían mucho mejor a esas sesiones, así que he tratado de ofrecerles un acercamiento afectivo. Ellos y sus pasiones son los protagonistas de los problemas de mates, y se han convertido en profesores de sus materias favoritas”, explica Lamela. Saleta de los Arcos, profesora de instituto en Navarra introdujo también sesiones más afectivas en su tutoría de Primero de Secundaria. “Pasadas las primeras semanas los chicos me contactaban para hablar, y necesitaban al grupo. Empecé a convocar tareas que nos permitieran estar más juntos, convocaba reuniones, me descolgaba y los dejaba reunidos. Entre ellos se animaban, hacían piña, y se apoyaban; ha sido una dinámica preciosa”, concluye la profesora.

En las escuelas que han trabajado poniendo al alumno en el centro, el proceso ha sido también más exigente para las familias. “El lunes el salón era la sabana africana, y a la semana siguiente la vía láctea, esto era muy estimulante para los alumnos, pero agotador para las familias”, explica la psicóloga Elena Domínguez, del equipo Actúa, que forma docentes y familias en educación emocional. Pero reconoce que el mejor garante para la salud mental infantil es el reto o el desafío. “La curiosidad es el motor del aprendizaje, mantiene su pulsión por estar vivos, así que es una garantía de salud mental para nuestros niños. En esta situación habrá triunfado la escuela que haya logrado conectar con sus estudiantes, la que haya conseguido divertirlos y mantener vivo el deseo de aprender en estas circunstancias”, explica la psicóloga. Javier García Cañete, director del programa de Educación Responsable, de la Fundación Botín confirma que las escuelas en las que se trabaja desde esta perspectiva la gestión ha sido mucho más eficaz y han trabajado mejor con sus familias “más empatía, más asertividad y las soluciones innovadoras y creativas en estas circunstacias son lo que marcan la diferencia en una situación así”, explica.

“De esta crisis los que mejor han salido son los centros que han coordinado un plan de acción y que han establecido una comunicación fluida con las familias”, explica Trujillo que cree que a partir de ahora, para tratar de compensar las carencias emocionales generadas el sistema educativo va a tener que contar con los recursos sociales al alcance: “Nos ha dejado tan frágiles y lo que necesitamos para salir de esto es que se implique en los procesos educativos toda la red del entorno sumando fuerzas entre las escuelas, las familias y las entidades locales. La escuela tendrá que contar con las instituciones locales, las asociaciones o Ayuntamientos para abordar los problemas que ya han surgido y van a surgir el año que viene o buscamos alternativas, o estaremos fastidiados”, concluye el investigador.

TOMADO: EL PAÍS por  BEATRIZ LUCAS

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