¿Nunca se está lo suficiente preparado para ser un buen docente?
Lolanda López Iglesias
Iolanda López Iglesias, psicopedagoga, logopeda, coach y profesora que observa a sus alumnos desde un rincón de la clase mientras ellos trabajan en grupo. El ambiente del aula debe ser animado, los niños parece que disfrutan y ella también.
Debates y más debates me hacen pensar que nunca estoy lo suficiente preparada para ser una buena docente. Poseo una amplia formación universitaria (tres carreras exactamente), dos másteres, estoy escribiendo mi tesis doctoral y todo ello me lleva a pensar que no es suficiente para ser una buena maestra porque la sociedad, la prensa, los padres y otros muchos colectivos cada día me exigen más y me permiten equivocarme menos. Y no es que me queje de esta elevada exigencia porque me mantiene en una tensión positiva, pero a veces se transforma más en una carga que en un estímulo.
Pienso que sin esfuerzo no hay aprendizaje, sé que todos mis alumnos ni son iguales ni poseen las mismas necesidades educativas (y en el aula intento llevar a cabo iniciativas para atender a todas), sé que debo buscar los recursos y métodos para dar respuesta a sus intereses y lo intento, de verdad que lo hago, pero a veces el Sistema Educativo tampoco me lo pone fácil. Trabajo inmersa en un sistema frágil y cambiante, con planes de estudios que varían continuamente sin darles tiempo a comprobar su eficacia, que paralelamente no se actualizan a la velocidad que la sociedad y el mercado lo requiere, que me dice qué contenidos tengo que enseñar, pero no me deja cuestionarle si estos son realmente significativos y tienen alguna utilidad.Me levanto ilusionada y me dirijo a la escuela porque estoy comprometida con mi trabajo y quiero ser una buena profesional porque valoro el conocimiento, el estudio y la formación. Trabajo con ganas y me esfuerzo para hacer bien las cosas dentro de un sistema que aún basa el éxito del alumno en si es capaz de reproducir aquello que se exhibe en un libro o lo dice aquel que dirige la clase y no tiene en cuenta si es capaz de resolver correctamente un problema de forma diferente, donde se entierra la creatividad y no se la impulsa, donde el rendimiento de las personas aún no se equipara a su potencial.
Y ahí me veo yo, de verdad con mucho entusiasmo (porque creo que me quiero dedicar a esto, porque es mi vocación), leyendo numeroso libros y artículos relacionados con la educación, la psicología, la pedagogía, la sociología… pero aún pienso que no es suficiente, porque nos dicen que seguimos haciendo una educación poco significativa, que parece no gustar a nadie, que todos critican y donde muy pocos aportan soluciones.
Pero no quiero tirar la toalla, no pienso hacerlo. Me apasiona enseñar y aprender, creo en la escuela como un lugar de aprendizaje y no de enseñanza, donde se personaliza, donde se ofrece un aprendizaje radicalmente personal e intransferible, donde se incrementa la relación entre profesor y alumno, entre el profesor y las familias de sus discentes, donde el alumno asume la responsabilidad en su proceso de aprendizaje acompañado por un docente que le guía, le anima, le motiva y le cuestiona.
Yo voy a seguir mi camino, el camino que me lleva a aplicar, a parte de mucho conocimiento, mucho sentido común… A ver si así convenzo a la parte de la sociedad que tan poco confía en los profesores y la escuela que podemos seguir realizando con tranquilidad, interés y humildad aquello que tanto nos gusta: EDUCAR con PASIÓN.
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