Habilidades para los niños del futuro
¿Cómo preparar a los niños si los empleos del mañana no existen hoy?
Zach Klein narraba en primera persona cómo le encantaba "jugar a Sim City y diseñar páginas web" de pequeño. Pero con cierto sentimiento de culpa cuando entró en la escuela secundaria se obligó a dedicarle menos tiempo al ordenador y más al deporte. Con el tiempo acabó mudándose a Nueva York y fundando una compañía, Vimeo –una especie de YouTube más elitista y sofisticado– que se vendió por una cifra millonaria a los pocos años. "Mi pasión original por Internet resultó ser muy valiosa para la economía una década después". A lo que añade: "Es difícil predecir qué habilidades serán más valiosas en el futuro. Y todavía más complicado dar con la conexión entre los intereses de los niños y esas habilidades".
A Klein le gusta poner a Minecraft como ejemplo: los niños actuales están aprendiendo a diseñar en 3D con este juego en el que se construyen mundos y edificios como si fueran parte de un gigantesco Lego virtual sin límite. De hecho, lo que empezó como un simple juego ya es una herramienta en miles de escuelas.
El 65% de los niños acabarán trabajando en algo que no se ha inventado todavía
Según la experta en educación Cathy Davidson, el 65 por ciento de los niños acabarán trabajando en algo que no se ha inventado todavía. Y un estudio del fabricante norteamericano Dell dice que el 85% de los empleos a los que aspirarán en 2030 tampoco existen hoy en día.
No es fácil ver algunos ejemplos que hace una década o dos hubieran sido impensables: los omnipresentes Community Managers que gestionan la imagen de marcas, empresas y famosos en las redes sociales; los conductores que mapean las calles para Google por todo el mundo en sus Google Cars o los mineros de bitcoin, que pacientemente preparan y optimizan servidores para hacer fluir la economía de las criptodivisas.
Lo que ya se está enseñando
En DIY.org, una comunidad para jóvenes entre 6 y 16 años se enseñan algunas de esas "habilidades fuera de lo corriente". Algunas son simplemente otra forma de ver asignaturas clásicas, como química, literatura y escritura o ilustración. Otras van un poco más allá: efectos especiales, cartografía y navegación aplicada a juegos. También hay otras más eminentemente prácticas como el desarrollo web y el prototipado rápido o la creación de simulaciones. Entre las favoritas de sus promotores está "jugador de rol", que incluye habilidades para crear escenarios y guiones para juegos, escritura creativa, puesta en escena, improvisación e incluso la creación de manuales de reglas e instrucciones.
Todas estas actividades desarrollan aspectos que van un poco más allá de lo que se suele enseñar en la escuela: crear prototipos funcionales tanto de máquinas como de apps, modelos para simular cómo funciona un proceso físico o habilidades sociales prácticas como crear desde cero una comunidad virtual y animarla o saber moverse por mundos virtuales en equipo.
Las tecnologías necesitarán nuevos protagonistas
Algunas de las tendencias tecnológicas son ya una clara realidad: la robótica, la inteligencia artificial o la realidad virtual. Por no hablar de la importancia de todos los tipos de fuentes de energía, el cloud y la gestión de datos y servidores virtuales que no dependen de un lugar físico en un edificio con aspecto de búnker como antaño.
Los campos que abarca la inteligencia artificial son cada vez más amplios. Algunos de esos sistemas requieren un entrenamiento previo –una fase de arranque– que en muchos casos solo pueden realizar humanos revisando imágenes, vídeos, acciones y demás. Estos entrenadores enseñan en primer lugar a los sistemas automáticos lo más básico; luego lo que hacen bien y lo que hacen mal; posteriormente se dedican a afinar sus decisiones cuando no son certeras. Como auténticos profesores – solo que abarcan desde la guardería al máster.
En sus versiones más avanzadas las máquinas tienen que tomar decisiones en un instante, muchas veces de vida o muerte. Uno de los más clásicos ejemplos es el llamado dilema del tranvía, al que podría tener que enfrentarse el software de los coches autónomos en breve. Es así: si un coche autónomo circula cuando se cruza una niña que cae al suelo y la única forma de evitar atropellarla es un volantazo que provocará que el coche se caiga por un precipicio y con total seguridad mate a su ocupante, ¿qué debería hacer el coche? ¿Salvar a la niña? ¿Salvar al conductor? ¿Y si en vez de una niña ha salido de la nada un numeroso grupo de escolares?
La inteligencia artificial replica el funcionamiento del cerebro humano, y se necesita gente capaz de entender cómo funcionamos
Tal y como afirmaba Silvia Leal de Talento Digital: "A las personas que hayan estudiado filosofía y tengan conocimientos de lógica no les va a faltar trabajo. La inteligencia artificial lo que hace es replicar el funcionamiento del cerebro humano, y se necesita gente capaz de entender cómo funcionamos".
En un terreno tan interesante como el de las interfaces hombre-máquina, que conectan directamente el cerebro o los órganos de una persona con un ordenador (permitiendo caminar, hablar o incluso ver a quienes no pueden hacerlo por sí mismos) también se necesita de esa fase de enseñanza-aprendizaje, que aunque realice el propio sujeto ha de ser supervisada por alguien con conocimientos suficientes para comprender cómo funcionan los algoritmos de la inteligencia artificial.
Parece claro que también se necesitarán perfiles capaces de enfrentarse a cuestiones como ¿quién tiene la culpa si un brazo robótico te rompe la mano? E incluso expertos que entiendan qué pueden suponer los accidentes de los drones y de todo tipo de artilugios como los coches voladores o los jetpacks, para los cuales no hay todavía una legislación demasiado clara. ¿Abogados? ¿Peritos? ¿Aseguradores? Quizá acaben con un título profesional completamente distinto.
Lo que sabemos sobre los campos más abonados de la tecnología
En el terreno de los drones, uno de los más avanzados, ya son muchas las academias de pilotos de drones en España donde se enseña como en las autoescuelas del futuro. Incluso hay especialidades: pilotaje deportivo, realización de fotografía y vídeo… En Drone Spain ya advierten que este sector que hace poco estaba limitado a los juguetes ya va estando maduro: "Hay unos 20.000 pilotos formados en España y no llegará a cien trabajando diariamente, así que desaconsejamos pagar por un certificado oficial buscando únicamente ser contratado por empresas de drones". De momento el 90 por ciento busca sacarse el título simplemente por afición.
La palma de todas las habilidades para el trabajo del futuro puede que sea la del científico de datos, a la que el The New York Times denominó "la profesión más sexy del siglo XXI". El caso es que con la disponibilidad de información masiva actualizada en tiempo real desde múltiples fuentes (el llamado Big Data) se está provocando una demanda desmesurada de matemáticos, estadistas y profesionales de las tecnologías de la información que sean capaces de digerir y sacar partido a esos datos. Porque muchas veces son la clave del negocio.
El de científico de datos no es un perfil corriente, pero todas las empresas van a necesitarlo
Las habilidades para ser un buen científico de datos son unos amplios conocimientos teóricos sobre matemáticas, especialmente estadística, buenos conocimientos teóricos de programación (independientemente del lenguaje, que dependerá de las aplicaciones a desarrollar), bases datos y estándares de intercambio de información. El de científico de datos no es un perfil corriente, pero todas las empresas van a necesitarlo. De ahí que haya mucha demanda y además sea un trabajo muy bien pagado.
Desarrollar algunas de estas habilidades como parte de las primeras aventuras tecnológicas de los niños y niñas de hoy en día puede ser importante para que en el futuro sientan curiosidad por ese tipo de proyectos. Así que quizá eso de que pasen parte de su tiempo con la tableta y sus juegos de lógica, o con el móvil clasificando pokémones o calculando qué héroes de los juegos de batallas de fantasía son más adecuados para formar equipo no sea tan mala idea.
FUENTE: EL PAÍS
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