El pasado quince de Noviembre tuve la oportunidad de entrevistar a la profesora Inger Enkvist, quien nos visitó en UNIR.
Esta entrevista se enmarca dentro de la serie de conversaciones o Diálogos sobre Talento, Educación y Tecnología (mismo título que el blog) que comencé con la entrevista a Steven Pfeiffer a principios de año.
Hablamos de muchos temas interesantes, o que a mí me lo parecieron, durante más de cincuenta minutos. Espero que tanto las preguntas como, sobre todo, sus respuestas, sean de vuestro interés y os animen a debatir sobre estas cuestiones para, como dice la imagen de este post, mejorar la calidad de la educación en general y de tu centro educativo, o clase, en particular.
"La educación no es preparación para la vida, la educación es la vida en sí misma." John Dewey
En demasiadas ocasiones olvidamos que educar exige prestar atención incondicional a la persona con la que estamos. Es igual si es nuestro hijo o nuestro alumno... educar es un acto de amor incondicional.
No existen recetas infalibles para educar. Quizá por eso todo el mundo "sabe" de educación y se siente capacitado para decir a los docentes cómo tienen que hacer su trabajo. Me gusta pensar que lo hacen por ese sentimiento de sobreprotección que invade la relación de muchos padres con sus hijos. Pero, ¿le pedirías a un economista que te operara de apendicitis o a un médico que construyera un rascacielos? El respeto por la labor docente es fundamental para mejorar la educación, pero ese respeto también hay que ganárselo día a día ofreciendo la educación que merecen nuestros hijos.
¿Qué educación es la que merecen nuestros hijos? Aquella que entiende que las personas no tenemos una única forma de aprender, que tienen en cuenta que todos tenemos unas destrezas y habilidades distintas que deben ser tratadas de forma personalizada. Es imperativo ofrecer una educación que no excluya a nadie, en la que cada persona pueda llegar lo más lejos posible, alcanzar sus metas y, porque no, sus sueños.
Una educación que les enseñe a pensar y les dote de espíritu crítico, que les permita desarrollarse como seres humanos, que les dé las herramientas necesarias para ser autónomos en todos los sentidos, que sean capaces de adaptarse a los desafíos que les depara y les deparará la vida, que les prepare para la vida.
Además, esa educación debería hacerles disfrutar del proceso. Sí, disfrutar aprendiendo. La educación debe ser un camino lleno de cosas maravillosas por conocer, de lugares fantásticos por visitar, de personas increíbles por conocer. Por supuesto que aprender requiere de un esfuerzo por parte de los alumnos, de una constancia y una perseverancia... pero ese esfuerzo puede y debe ser gozoso y no un sacrificio.
La educación es inevitablemente imperfecta. Nada de lo que hacemos o enseñamos es eterno, todo cambia con el tiempo. Por eso es tan importante que la educación que reciban nuestros hijos vaya mucho más allá de prepararles para aprobar exámenes, de sacar notas excelentes. Nuestros hijos merecen que la educación que les ofrecemos les haga mejor persona, que les permita tener una vida los más plena posible. Decía Carl Rogers que "la única persona que está educada es la que ha aprendido cómo aprender y cambiar".
A veces tengo la sensación de que la educación actual es un gigante con pies de barro... y que se va a desplomar de un momento a otro. Solo con la máxima colaboración entre docentes y familias conseguiremos que la educación que ofrecemos a nuestros hijos tenga unos sólidos cimientos.
«Que un niño no se sepa aburrir suele ser síntoma de que está sobreestimulado>>
Catherine L´Ecuyer es una enamorada de la educación, de los niños y de su capacidad de asombro, quizá porque ella no la ha perdido. Esta mujer tremendamente preparada es abogada de formación. En 2004 vino a España para hacer el Master del IESE y se enamoró de un español. A raíz de la maternidad, se preguntó sobre lo que movía a los niños a actuar, a aprender. Investigando en los ámbitos de la neuropediatría, la filosofía, la psicología y la educación, la respuesta que encontró fue: asombro y belleza. Le fascinó tanto lo que encontró, que decidió dejar el mundo de la empresa, hacer una maestría y un doctorado para seguir investigando su tesis con rigor. En 2011, tuvo un accidente de coche grave mientras estaba embarazada; estuvo de baja 6 meses esperando que naciera su cuarto hijo. En ese tiempo, tuvo tiempo para poner por escrito sus reflexiones sobre educación en «Educar en el asombro», un libro inspirado en sus investigaciones, basadas en la observación y en su intuición de madre «cualquiera» (insiste en que las madres perfectas no existen). Hace unos días impartió una conferencia en la Fundación Botín en la que expuso sus conclusiones.
-¿Qué es para usted educar?
Educar es buscar la perfección de la que es capaz nuestra naturaleza. Uno de los problemas de los últimos años es que estamos buscando perfecciones de las que no somos capaces. Eso ocurre porque basamos muchos métodos del sistema educativo en los neuromitos.
-¿Qué son los neuromitos?
-Son falsas interpretaciones de la literatura en neurociencia. Por ejemplo:«el niño solo usa el 10 % de su cerebro», «tiene una inteligencia ilimitada». O el mito de los 3 primeros años, según el que habría una ventana de aprendizaje, un periodo crítico que después se pierde para siempre. Estos neuromitos están reconocidos como tales en la literatura científica, no hay debate sobre ello. Sin embargo, cuesta llevar a cabo una buena divulgación científica en el mundo educativo. Aún hay muchos métodos basados en los neuromitos. Por ejemplo, la estimulación temprana es un método que no tiene ninguna base científica. Está basado en una teoría biológica totalmente obsoleta y ha sido condenada por decenas de asociaciones como Neurology y la Academia Americana de Pediatría.
-Entonces, ¿cómo cree que debería ser la educación?
-Estamos considerando al niño como un cubo vacío en el que vamos echando conocimientos tal y como si de él mismo no surgiera ningún deseo, ninguna motivación intrínseca. Esto hace que el niño se acostumbre a que se lo den todo hecho. El niño desea conocer y si nos pasamos todo el día bombardeándolo con información, pensando que él no va a ser capaz de moverse por sí solo, lo que conseguimos es adormecer al niño. Lo convertimos en un ente pasivo y dispersamos su atención. Creo que la inatención es una de las causas de la llamada «crisis educativa».
-¿Están los niños hiperestimulados?
-Sí, se les ofrecen demasiados estímulos y hay que dejarles que se aburran y descubran cosas por sí mismos. Esto no quiere decir que no haya que transmitir conocimientos. Es cierto que el niño llega al conocimiento a través de conocimientos previos, es decir, va modelando su saber del mundo en base a lo que ya entiende. Eso no significa que el niño crea la realidad y debe diseñar el andamio de su propio aprendizaje. Esa es la premisa de ciertas nuevas pedagogías que proponen un constructivismo salvaje. El papel del maestro es clave.
-¿Cómo aprenden los niños?
-Observando la realidad. Esta no se construye, se descubre. Y se descubre a través del deseo de conocer. Cuando se pierde el asombro, los niños acaban dependiendo de la fuente de estímulos externos para aprender o motivarse y llega un momento en que estudian por sacar buena nota en vez de hacerlo por amor al saber. El siguiente paso es la búsqueda de sensaciones nuevas, la adicción a esos estímulos externos, que tienen que ser cada vez más rápidos.
-Los niños de ahora no saben aburrirse...
-Tolstói decía que «aburrirse es desear desear». Que un niño no se sepa aburrir suele ser síntoma de que está sobrestimulado. Pero, a su vez, el aburrimiento es preámbulo del asombro. Si les dejamos aburrirse, empezarán a buscarse la vida, a ser creativos y a poner en marcha sus funciones ejecutivas (planificación, atención, memoria de trabajo, etc.) a través del juego libre. El aburrimiento no es un grito de alarma que nos ha de convertir en animadores de ludoteca u organizadores de cumpleaños extraordinarios. No es preciso ocupar todas sus horas... Relajémonos. La vida ordinaria ya es de por sí bastante interesante: hay que ayudarles a redescubrir lo extraordinario de lo ordinario.
-¿Habría que dejar que los pequeños descubrieran mucho más por sí mismos?
-Yo creo que sí. Esto no quiere decir que haya que dejar de lado la educación formal. Pero la educación infantil debería ser mucho más desestructurada, que no es lo mismo que caos y libertinaje. En el modelo montessoriano, por ejemplo, siempre hay un objetivo, un marco, un ambiente preparado, y el material está diseñado para corregir naturalmente al niño. María Montessori decía «nuestros alumnos no siempre hacen lo que quieren, pero siempre quieren hacer todo lo que hacen». Todos estamos de acuerdo en que «el niño ha de ser protagonista de su educación», pero no todos entendemos lo mismo con esta frase.
-¿Tienen los niños diferentes ritmos?
-Antes de los 7 años son muy grandes las diferencias entre un niño que nacido en enero y otro nacido en diciembre. En un aula, el abanico de capacidades puede ser enorme. Por lo tanto, es una etapa en la que la educación personalizada es clave. Y, sin embargo, es la etapa a la que se le da menos importancia. Hay 30 niños por clase y los maestros tienen multitud de cosas que hacer (métodos, fichas, etc.); eso dificulta su atención a la parte afectiva del niño. En infantil, especialmente en el primer ciclo, los niños aprenden a través de sus cinco sentidos, no están preparados para el mundo de la abstracción.
-Entonces, ¿se están adelantando aprendizajes?
-Efectivamente. Adelantar aprendizajes abstractos en la etapa anterior (sensorial) les lleva a la frustración y daña su autoestima, lo que introduce al niño en una espiral de fracasos que afecta a su futuro rendimiento. Y no estoy en contra del esfuerzo y de la exigencia, pero en la etapa infantil, adelantar y forzar el aprendizaje formal cuando un niño no está preparado es un sinsentido.
-¿Asombro y fascinación son lo mismo?
-No. La fascinación es una reacción más bien pasiva, deja boquiabierto ante algo que puede ser grande o incluso feo. Uno puede quedar fascinado ante la pornografía o ante la pantalla, por ejemplo. En cambio, el asombro arranca desde lo profundo de la persona y lleva a uno a inclinarse ante la belleza.
-¿El asombro está ligado a la belleza?
-El ser humano, como decía Platón, tiene un deseo profundo para lo bello. En ese sentido, podemos decir que la belleza es algo irresistible para el ser humano, nuestro corazón está hecho para descansar en lo bello. Los griegos decían que la belleza es la expresión visible de la verdad y de la bondad. Es verdadero y es bueno lo que respeta la naturaleza del niño, sus ritmos, sus etapas... Educar es dar oportunidades de belleza.
Rafael Porlán: “Los alumnos viven en el siglo XXI y la escuela en el XIX”
¿Cómo cree que debe ser el material pedagógico con el que el profesor enseña en clase? No como los libros de texto actuales, que tienen una concesión única de la tarea, y no tienen en cuenta la diversidad de niños y contextos que se pueden dar en un aula. Los materiales pedagógicos deben estar diseñados por los propios maestros, adaptándolos a las necesidades de sus alumnos.
¿Qué recursos útiles hay para esto? En internet hay muchas páginas web con material que está experimentado sobre distintos temas, actividades diversas, etc. Hay que combinar el fruto de tu propia experimentación como docente con material elaborado por otros compañeros que diseñan en sus clases y publican en la web. En este sentido, los profesores deben ser como cocineros: cada uno diseña su propio plato, pero pueden coger recetas de otras personas. Lo que no vale es una receta única y universal que sirva para todo el mundo. La investigación científica nos empuja cada vez con más fuerza a huir de las clases magistrales y trabajar según nuestro contexto.
¿Qué prácticas perpetúan el sistema de clase magistral? Todas aquellas que funcionan como una ortopedia que te pones: tú te apoyas en ella pensando que te facilitará la labor, pero en el fondo lo que hace es eliminar tu profesionalidad. La metodología y el contenido que se transmite, por ejemplo con los libros o con diapositivas, pretende ser el mismo para todos los alumnos cuando está claro que no todos los niños lo absorben. En algunas circunstancias se dan situaciones aberrantes en el estudio.
¿Por ejemplo? Un día repasando la lección con mi hija, se empeñó en repetirme las palabras en negrita del libro de texto. Palabras que fuera del contexto no tenían sentido alguno, pero ella estaba convencida que lo que debía aprender eran las negritas, aunque no tuviera ninguna lógica. Es una situación absurda.
En las nuevas metodologías en las que el alumno es el centro del aprendizaje, ¿qué papel cree que cumple el material pedagógico? Es un recurso fundamental, porque todo no se puede improvisar en el aula en el momento. No tenemos conocimiento tan exhaustivo para ser capaces de diseñar en cualquier momento la actividad adecuada para cada circunstancia. Son un apoyo imprescindible, pero siempre y cuando no le quite el papel protagonista al alumno ni al profesor. Debe ser una excusa que ayude a reflexionar, a investigar, a afrontar los problemas que se plantea. Todo depende del material pedagógico de fondo.
¿En qué sentido? Un enfoque es que el modelo pedagógico esté basado en la mera transmisión de información. Si el modelo lo que pretende es que sea activo, que cree sus propias respuestas, que entre en contradicción y que a través de las informaciones vaya construyendo por sí mismo sus propias ideas, todo material que lo fomente es bienvenido. Lo que define el material pedagógico es el modelo. Esto pasa igual con las TIC, o cualquier recurso basado en las tecnologías, que por sí mismas no cambian la realidad. Si responden a un modelo de repetición mecánicamente de la información, no estamos cambiando nada.
¿Cómo pueden preparar los profesores su clases teniendo todo esto en cuenta? Yo doy clase preparando a futuros docentes, y lo que hago con ellos en primer lugar es aprender a diagnosticar a sus estudiantes. Cada uno debe saber en qué contexto está, qué tema va a enseñar y qué necesidades tiene su grupo. Siempre les digo que antes de preparar las clases deben saber qué saben o qué no saben sus alumnos acerca de ello, qué les interesa o motiva respecto al tema. El conocimiento de los alumnos debe ser el punto de partida. No puedes enseñar sin saber las necesidades previas que tiene el que aprende, ya que un alumno puede tener determinadas concepciones o ideas que dificulten el entendimiento de lo que tú le estás enseñando.
¿Nos puede poner un ejemplo concreto de esto? En determinados momentos los niños creen que la Tierra es plana, porque su evidencia empírica es esa: lo que ven es plano. No ven la curva de la Tierra. Para que ellos aprendan que la Tierra no es plana, no les vale con que tú se lo digas. Lo que necesitan es que les pongas en crisis esas creencias para que sean capaces de tener otra perspectiva que le dé sentido a esa realidad.
Un enfoque muy interesante. El diseño de los materiales tiene que empezar por diagnosticar cómo están mis alumnos y a partir de ahí diseñar actividades o recursos que me puedan ayudar a que los alumnos se choquen contra sus propias ideas. La humanidad, de hecho, ha aprendido así, a base de irse dando choques contra la realidad.
¿Cree que los docentes están preparados para hacer esto? No, la mayoría no. La formación inicial por desgracia reproduce la misma enseñanza tradicional en la que todos hemos sido educados. En mi propia facultad, mis propios compañeros explican que hay que hacer las cosas de otra manera, pero lo explican y lo enseñan “a la antigua”. El mensaje que lanzan es contradictorio. La mayoría de docentes no salen preparados para hacer frente a los retos de la nueva educación. En países que pueden ser referentes para nosotros en este ámbito, los profesores tiene muchísima más autonomía para preparar las clases, diseñar sus materiales, etc.
¿El hecho de tener más autonomía y no ceñirse a un currículum muy estricto les facilita las cosas? Claro. El hecho de tener un currículum educativo tan pormenorizado en el fondo revela una desconfianza profunda en el docente. Si preparáramos a los profesores como es debido y confiáramos en ellos, no haría falta que el currículum fuera tan específico. Si el Estado hiciese una buena selección de personal, los preparase y confíase en ellos, pasaría igual que con los médicos. Socialmente hay mucha confianza en los médicos, pero no en los profesores.
¿Qué papel debe tener el centro educativo para que el profesor pueda aplicar los cambios que estamos comentando? El centro educativo es la microsociedad donde se desenvuelve el trabajo profesional. Hay una minoría de profesores que hacen cosas muy novedosas en centros muy difíciles, ¡esto es casi de héroes! Luchar día a día en contextos hostiles no puede ser la tónica del sistema. Los centros deberían ser lugares de innovación y experimentación. Lo que es una paradoja es que una de las instituciones más conservadores y menos abiertas al cambio sea el propio sistema educativo.
¿La escuela está muy alejada del ritmo y el contexto actual? La escuela está en otro contexto histórico, prácticamente. La escuela debe ser ambiciosa para estar a la última y debe proteger y alentar a sus docentes para que investiguen y avancen. ¡Que sea la punta de lanza de la sociedad! En nuestro país desgraciadamente es una de las instituciones más retrogradas y lentas para cambiar. El abismo que hay entre cómo viven los alumnos de secundaria (su vida social, su vida personal fuera de la escuela) y lo que ocurre en el centro es descomunal. Ellos viven en el siglo XXI y la escuela en el siglo XIX. Es normal que haya muchos alumnos que no sientan apego a la escuela.
¿Cómo cree que debería ser este proceso de cambio? Yo tengo mi propia teoría al respecto. Un sistema como el escolar no puede cambiar de forma rápida y acelerada, los cambios de cultura y de comportamiento no se pueden forzar si queremos que sean auténticos. No se puede obligar a los profesores a hacer algo que no han asumido, el profesorado se revela cuando no entiende el cambio. Hay que tener una estrategia a largo plazo, de 10 o 15 años. En Finlandia tardaron 20 años en hacer el cambio. Debe haber un consenso político, pero sobretodo social. El cambio debe de ser de calidad, de fondo, auténtico.
Los deberes escolares o la controversia de la escuela centrada en el profesor
He escrito en muchas ocasiones que la escuela debe entenderse como un lugar de aprendizaje más que como un lugar de enseñanza.
Esto, aunque lo parezca, no es un juego de palabras o un ejercicio de retórica vacía. Es una declaración de principios: “el alumno es el protagonista de su aprendizaje”, pero protagonista precario, como lo somos todos en nuestra propia educación, es decir, necesitados de ayudas.
El profesor es la ayuda necesaria para el aprendizaje y la formación intelectual de sus alumnos, pero en modo alguno esto debe significar que es el actor principal que día tras día expone frente a la clase que, paciente o sufriente, lo escucha.
Resumidamente: el profesor no es la única fuente de conocimientos, ni siquiera la más relevante o actualizada, es decir ya no es “el sabio en el escenario”, si no la “guía al lado del alumno”, la ayuda que éste precisa para avanzar en un camino que sólo él puede recorrer porque, no lo olvidemos por obvio, el aprendizaje es radicalmente personal e intransferible.
Esto que acabo de señalar tendrá su importancia al final. En la escuela tradicional que conocemos, y en la que todos nos hemos educado, simplificando por brevedad, el profesor explica y los alumnos escuchan (¿) y toman unas notas. Incluso hay quien ha llegado a decir que “la lección magistral es ese procedimiento por el que lo que está en los papeles del profesor pasa a los papeles del alumno, sin haber pasado por la cabeza de ninguno de los dos”.
Sarcasmos a parte, cabe poca duda de que un sistema expositivo genera, o propicia, una suerte de inacción en el alumno que es poco deseable. Y aquí entran los deberes. En clase te explico y en casa practicas lo explicado, o resuelves estos problemas o realizas esta otra actividad de aplicación de “lo aprendido”.
Todos los profesores dicen que sus deberes o tareas se resuelven en pocos minutos, algo que cualquier padre negará taxativamente. Otras veces los profesores, con la mejor intención, involucran a papá y mamá en la tarea, lo que les lleva –en muchas ocasiones- al colmo de la desesperación… A los padres y a sus hijos.
A los primeros porque después de largas horas de trabajo llegan cansados (no digamos si uno vive en una gran urbe), y a los segundos porque papá o mamá no saben o no me explican bien o acaban riñéndome. Con ello, lo que comenzó con buena intención por parte de los profesores para fomentar las relaciones familiares acaba en fiasco.
Los escolares de este país, por lo datos disponibles, hacen más tareas que la media del resto de los europeos, pero sus jornadas son largas, muy largas. Primera pregunta: ¿cuántas horas es razonable que trabaje un joven escolar que ha salido de su casa antes o alrededor de las 8 de la mañana y regresa hacia las 6 de la tarde? ¿Nos llevamos los adultos la oficina a casa? Si la respuesta es afirmativa, ¿es razonable que lo hagamos? ¿Cuándo conviven padres e hijos? ¿Cuántas horas duermen los niños y jóvenes? ¿Cuándo juegan o leen o “enredan” en sus cosas personales? ¿Cuándo viven su niñez o edad juvenil? Este es el primer problema de los deberes: el tiempo y el espacio en el que han de realizarse.
Segunda cuestión. En la escuela tradicional que conocemos la tarea que se hace en casa es, genéricamente hablando, de aplicación de lo “aprendido” en clase, de lo enseñado. Y aquí viene el segundo problema: “esto no me sale”, “no sé cómo hacerlo”, “esto no lo entiendo”, “¿por qué…?”, ¿qué significará esto…?”, “a mí no se me dan bien esto”, “¿seré un poco burro?” (no verbalizarlo no significa que no se piense o, se sienta). Es decir, cuando más necesito a mi profesor es ahora cuando estoy haciendo la tarea, pero no está.
Hay un modelo que se está extendiendo mucho en todo el mundo que es la enseñanza inversa o flipped classroom, sobre el que se puede encontrar mucha información en este propio blog donde hay más de una docena de entradas, o en el libro electrónico “The flipped classroom. Cómo convertir la escuela en un espacio de aprendizaje” que publicamos hace no mucho. O a través de la escuela de formación de profesores online de UNIR desde la que estamos desarrollando un experto (hablaré de esto otro día).
Este modelo que defendemos y en el que venimos trabajando hace unos años consiste, básicamente, en convertir el aula en un espacio de discusión, de trabajo en grupo o individual, en el que se incrementa la relación profesor alumno. Una clase inversa es: un medio para incrementar la interacción y el tiempo de contacto personalizado entre profesores y alumnos; un ámbito en el que los estudiantes asumen la responsabilidad de su propio aprendizaje; una clase en la que el profesor no es "el sabio en el escenario" sino la "guía a al lado del alumno"; una combinación de enseñanza directa y aprendizaje constructivista; un medio por el que los alumnos ausentes, debido a enfermedad u otras actividades que les impiden asistir a clase, pueden seguir el ritmo de desarrollo de las materias; una clase en la que el contenido está permanentemente archivado para que los alumnos lo utilicen en acciones de repaso, recuperación, etc.; un modelo en el que todos los alumnos están implicados en su propio aprendizaje; una clase, en suma, en la que los alumnos pueden tener una educación personalizada real.
¿Y esto qué tiene que ver con los deberes? Pues todo, porque los deberes (genéricamente hablando) se hacen en la clase donde el profesor es de gran e inestimable ayuda, y la enseñanza directa se desplaza del ámbito de la clase a otro entorno, por ejemplo la casa, en la que los alumnos tienen que visionar un vídeo, anotar unas dudas para resolver en clase al día siguiente, etc. Así, la clase y la escuela se convierten en un lugar al que voy a progresar en mi aprendizaje, a resolver mis dudas particulares, a colaborar con mis compañeros. Ahí es donde el profesor vuelca todo su valor añadido en el proceso. Voy a clase a algo concreto, no “a ver qué me cuentan hoy”. Esto sí tiene sentido. Los deberes como los conocemos hoy no lo tienen, aunque su valor no sea nulo, si bien presentan más inconvenientes que ventajas. Si alguien se pregunta, acertadamente, ¿qué dice la investigación? Pues que tienen un efecto típico modesto de 0,29 (magnitud del efecto), que puede llegar según las edades y la especificidad de los mismos hasta 0,64 (que es un valor importante y se da en alumnos mayores). Al margen de esto, soy partidario de que se aplique el modelo inverso en el que la casa y la clase se conviertan más en lo que deben ser: un lugar de convivencia entre padre e hijos y un lugar de trabajo entre profesores y alumnos, respectivamente. Para terminar adjunto un infográfico que acabo de recibir sobre este particular que ofrece una panorámica de los deberes en varios países. Me parece que es relevante echarle un vistazo.
5 tecnologías que están revolucionando la educación
La educación ha estado basada durante siglos en un mismo modelo, pero este paradigma está viviendo su particular revolución digital.
A través de la tecnología, los alumnos se están volviendo los protagonistas de su aprendizaje y los maestros, en líderes que motivan y orientan.
Y es que las aulas ya nunca volverán a ser las mismas que conocimos. El cambio está teniendo especial fuerza en países nórdicos o en Estados Unidos, pero también en España es fácil encontrar grupos de estudiantes trabajando en proyectos o utilizando impresoras 3D o kits de robótica.
Alberto Valero,Ingeniero industrial por la Universidad Politécnica de Madrid y doctorado en Ingeniería de Sistemas e Informática por Sapienza (Università di Roma), es Director de Educación de la empresa española BQ. Hemos hablado con él para que nos ayude a entender las herramientas que están cambiando la forma de aprender.
1. La impresión 3D: de la idea al objeto
La impresión 3D es una de las tecnologías más en auge dentro del sector educativo, con la que los más pequeños pueden materializar cualquier idea asbtracta en un objeto real con el que trabajar o explorar nuevos mundos. Y es que, ¿quién no prefiere aprender cómo funciona el cuerpo humano imprimiendo pieza a pieza cada una de sus partes? Es por ello que la impresión 3D tiene un enorme potencial como complemento del libro de texto en asignaturas como biología, geografía, diseño, historia o artes plásticas, entre otras.
Según Alberto, “la impresora 3D es el cincel y la segueta de los Leonardo Da Vinci actuales. Gracias a la impresión 3D los niños aprenden a ser capaces de construir soluciones a medida de sus necesidades o las de su entorno”. En España, la Comunidad de Madrid ha dotado a más de 300 institutos con impresoras 3D, lo que la convierte en una de las áreas pioneras en Europa.
2. Robótica: no les des un robot, enséñales a hacerlo
“Con la robótica, los niños pasan de aprender escuchando a hacerlo creando. Estamos evolucionando del ‘no les des peces, enséñales a pescar’ al 'no les des peces, enséñales a fabricar la caña'”, comenta Alberto, aludiendo al valor de esta tecnología a la hora de materializar los conceptos teóricos que el profesor enseña en sus clases. De este modo, y gracias a nociones básicas de robótica, los estudiantes pueden comprobar por sí mismos cómo funcionan los mecanismos de la puerta de un garaje automático o la teoría de la energía de Tesla.
La robótica, además, les ayuda a desarrollar estrategias de aprendizaje basadas en la resolución de problemas. Así, fomenta las habilidades de emprendimiento y liderazgo en los niños, permitiéndoles ser originadores de cambio. Estas habilidades constituyen una “mochila” de competencias que les será de gran ayuda en su futura vida profesional y, también, personal.
3. Programación: código en el aula
“Aprender a programar en el colegio potencia el pensamiento computacional de los alumnos y fomenta su pensamiento lógico-matemático. Descubren el valor de la concentración, la perseverancia y la autonomía. Además, según los expertos, contribuye a mejorar de forma indirecta el rendimiento en otras materias relacionadas (como matemáticas)” afirma Alberto Valero, director de Educación de la empresa española BQ.
4. Internet y el aprendizaje conectado
Si el mundo real está conectado, ¿dónde mejor que en el colegio para que los niños aprendan a manejarse en un mundo que pasa de lo analógico a lo digital en cuestión de segundos? Herramientas como Google for Classroom permiten a profesores y alumnos comunicarse en grupo, intercambiar ejercicios, realizar observaciones y correcciones o trabajar en equipo. “Estas herramientas, además, acostumbran a los niños a desenvolverse en las mismas dinámicas con las que empresas coordinan sus procesos e intercambian información en su día a día”, señala Alberto.
5. El Arte
El arte tampoco es ajeno a este universo de cambio tecnológico. Y es que son las artes las que guían la creatividad que necesita la tecnología para hacer contribuciones significativas a la sociedad; un mestizaje en el que algunas soluciones -como las populares placas Arduino- han sabido posicionarse de forma clara, uniendo esta dimensión artística con la educación y las TIC.
No en vano, se habla de educación STEAM (science, technology, engineering, arts, mathematics), en la que herramientas como la impresión 3D, la robótica y la interactividad digital se deben trabajar en paralelo a la dimensión estética. Como dice Valero “la tecnología sin arte es un cuerpo sin alma, le falta aquello que lo hace especial”.
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"La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso: para caminar." Eduardo Galeano
Perseguir utopías nos obliga a avanzar siempre, a estar en continuo movimiento, nos permite conseguir metas y perseguir otras nuevas. ¿Qué es la vida sino la búsqueda permanente de la utopía? ¿Cuántas cosas antaño consideradas utopías hoy son realidades cotidianas?
Por ese motivo, los buenos docente son perseguidores de sueños, de utopías. Son docentes que se caracterizan por no dejar de proponer y llevar a cabo un sinfín de proyectos, uno detrás de otro (o varios a la vez). Y no lo hacen por lucimiento personal sino para que sus alumnos y alumnas aprendan más y mejor. Consiguen que aprendan ciencias, matemáticas, literatura... pero también que aprendan a hacer, a ser, a convivir, a colaborar, a compartir. Los docentes que persiguen utopías contagian su entusiasmo, Por eso son muchos y cada vez son más. Estos docentes saben que la educación no tiene fin, por lo que lo interesante es el proceso, el camino, y no los resultados a corto plazo. Saben que lo realmente importante es dotar a sus alumnos de las herramientas que les permitan aprender durante toda la vida, que puedan adaptarse a los cambios y afrontar los retos que encontrarán en el futuro. Justo por ello les preparan para el presente, para que sean ahora y no para lo que serán. La educación de una persona a lo largo de su vida necesita ser como el bolso de Mary Poppins. En él cabe todo, desde lo más grande y trascendente a lo más pequeño y mundano. Cada persona debe meter en su bolso todo lo que le posibilite afrontar su vida con éxito... y no todos necesitamos lo mismo. Para rellenar cada uno de los bolsos de los alumnos propongo que en la escuela se ofrezca una educación que sea transparente, permeable, maleable, líquida, personalizable, abierta al mundo y no limitada por los muros del aula. A aquellos que no entienden la labor de los docentes que persiguen utopías y se dedican a hacer el troll en las redes sociales les dedico estas palabras de Víctor Hugo: "¿Sabes cuál es mi enfermedad? La utopía. ¿Sabes cuál es la tuya? La rutina es el porvenir que se esfuerza en nacer. La rutina es el pasado que se obstina en seguir viviendo."
Mar Romera: “El desarrollo integral del niño es lo que debe unir a familia y escuela
Así era... Mar Romera Maestra, licenciada en pedagogía y psicopedagogía, y presidenta de la Asociación Francesco Tonucci
Cuando Mar era pequeña, los fines de semana cambiaba su rutinario desayuno de un vaso de leche por un plato de huevos fritos con patatas. Hasta los 6 años no vio la televisión, su mayor diversión eran los cuentos que le contaba su abuelo. Su libro favorito era El Principito, aunque se confiesa actual fan de la saga de Harry Potter.
Siempre decimos que el futuro está en manos de nuestros hijos e hijas pero, ¿es realmente la educación una prioridad para nuestra sociedad? La educación ocupa las portadas de la prensa, de los programas electorales… La educación es importante, o al menos parece serlo, aunque en ocasiones no se hace visible o evidente por otras prioridades. En el mundo en el que vivimos es una prioridad muy marcada por los intereses de los adultos, no una prioridad de infancia. ¿Cuáles son esos intereses que marcan la educación? Hay intereses en los que la prioridad pueden ser la religiones, el consumo, o las ideologías. También hay contextos y situaciones en los que las prioridades son la supervivencia o la mano de obra. Es absolutamente relativo y depende mucho del contexto en el que cada persona vive, pero no está reñido con el amor que una madre o un padre tienen por su hijo. No podemos hacer juicios de valor desde el prisma individual, porque siempre es incomprensible la realidad del otro. Quizá yo no puedo comprender que una familia transmita a su hijo unas determinadas ideas o valores porque no he nacido en ese contexto, pero otro padre sí que lo entendería. Todas las personas y todos los seres humanos desde nuestro propio principio de trascendencia necesitamos que nuestra ideología tenga una proyección y la mejor manera es a través de nuestros descendientes. ¿La educación está suficientemente valorada? A modo individual, desde el punto de vista de las familias que quieren educar a su descendencia, sí que está valorada. Pero a modo social, grupal, de estructura de sistemas, no es una prioridad. ¿Por qué? Porque en la situación en la que nosotros vivimos, en un sistema democrático como el de nuestro país que se organiza en ciclos de cuatro años, invertir y ocuparnos de la infancia es un trabajo a medio-largo plazo. Lo que podemos invertir en un niño o niña no tendrá resultados hasta dentro de 10, 15 o 20 años. Es un sistema caduco, en el normalmente lo urgente se come lo importante. En la actualidad hay muchos movimientos que defienden que, o cogemos lo importante de verdad y lo ponemos como bandera o nuestra sociedad seguirá andando hacia un declive que nos impedirá evolucionar. A menudo se nos plantean los modelos nórdicos como los modelos de educación ideales, en donde la profesión docente es muy valorada socialmente. ¿Por qué no sucede lo mismo aquí? Cada sociedad evoluciona de una forma distinta según sus necesidades y sus recursos. Los países nórdicos, sobre todo la tan idealizada Finlandia, llegó un punto en el que se dio cuenta de que no tenía materia prima. Se observó a sí misma y descubrió que su mayor riqueza eran los niños y por esto decidió invertir tantos y tantos recursos en educación. En España la gran fuente de riqueza es el turismo y la construcción, y en ello hemos invertido los esfuerzos. Dentro de esto proceso de evolución, hay caracteres diferentes y modelos diferentes. Y cada contexto tiene su modelo, ¿no? Cuando España se fija ahora en modelos nórdicos está cometiendo un error gravísimo, desde mi punto de vista. No podemos pretender ponernos un vestido diseñado por Dior con unas zapatillas que hemos comprado en el mercadillo. Ambos elementos son fantásticos y útiles para cubrir la necesidad para la que han sido diseñados, pero juntos no casan. El modelo es un modelo de comunidad en el que tenemos que tener la conciencia de que el fracaso de un solo niño es el fracaso de toda la comunidad. No podemos entrar en un mundo competitivo que arrase a otro, que es lo que ha producido fijarnos en estándares o estructuras tan determinantes como las de los países nórdicos. Pero ¿hay elementos propios de otros países que pueden ser de utilidad en otros contextos? Por supuesto. Hay mucho que aprender de los países nórdicos, sobre todo el prestigio de los profesores, pero también tenemos mucho que aprender de países iberoamericanos, desde el enfoque de comunidad, desde la apertura, desde usar los recursos contextuales para sacar a la comunidad adelante. Hay muchísimas cosas que necesitamos aprender y no copiar. ¿Por ejemplo? Hace poco apareció en diversos medios la idea de estructurar el calendario escolar en cuatrimestres, de forma que las vacaciones escolares no estuvieran concentradas en el período estival. A todo el mundo le pareció muy buena idea porque en los países nórdicos se hace así. Pues bien, yo invitaría a la persona que pensó esto a una escuela de Andalucía de barracones prefabricados a dar clase a las 12 de la mañana el mes de junio a 40ºC. Sin embargo, no se les ha ocurrido pensar que en Andalucía el clima es maravilloso para sacar el aprendizaje a la calle, cosa que los nórdicos no pueden hacer. ¿Qué sentido tiene plagiar boberías cuando tenemos recursos y potencialidades que no utilizamos? Todo sería más fácil si escucháramos a los niños. ¿Qué relación cree que debería existir entre familias y docentes? Yo hablo de las tres C: calle, colegio y casa. Las tres deben tener el mismo objetivo, que es el desarrollo integral del niño o la niña, es lo que debe unir a familias y a centros docentes. Desde ese punto de partida vamos hacia el mismo sitio, aunque con recursos y estrategias distintas. La escuela está pensada para compensar aquello que no se da en los otros ámbitos, como en la calle o en casa. ¿Qué papel tienen los docentes? Los docentes deben estar en la escuela, pero sobretodo, deben ser profesionales, vocacionales, amar a la infancia. A partir de aquí, con proyectos educativos explícitos, la comunicación entre escuela y familia debe ser bidireccional, sin intrusismos. Sin entrar a decidir lo que se debe hacer en casa por parte del maestro o lo que se debe hacer en el aula por parte del padre o madre. Desde el respeto, sobre todo, porque el objetivo de llegada es el mismo, pero somos diferentes. La familia tiene el derecho absoluto de conocer el proyecto educativo, las formas, los porqués, los criterios de evaluación… pero nunca puede pretender determinar cómo debe actuar un profesional docente, porque nos resta credibilidad y autoridad y reconocimiento moral por parte del alumnado. Y esto perjudica al adulto, claro, pero sobre todo hace daño a los niños. Hay elementos que distorsionan el trabajo que se lleva a cabo entre familia y escuela, como los medios de comunicación. ¿Qué se puede hacer ante esto? Yo creo que con los medios de comunicación lo que hay que hacer es un trabajo de construcción de alianzas. Los medios de comunicación tienen una capacidad de influencia desmesurada. Por poner un ejemplo, la cocina se ha convertido en algo que está muy de moda, hemos cambiado hasta nuestro vocabulario al respecto. Esto es muy positivo y es gracias a los medios de comunicación. Mi propuesta es ¿por qué no hacer lo mismo con la educación? ¿Poner la educación de moda? Sería chulísimo, los quiero como aliados. El tema es que también tenemos que saber interpretar los medios de comunicación. En un grado muy elevado, los medio de comunicación no mienten, pero tampoco dicen toda la verdad. Los titulares son tendenciosos, fuera de contexto. El tema es que no vamos a cambiar los medios de comunicación, pero me gustaría que nos aliáramos con ellos para generar en nuestros alumnos un pensamiento crítico que sepa leer la prensa. ¿En qué cree que podría ser útil la prensa en términos de educación? En muchas cosas pero, sobre todo, los medios de comunicación podrían ayudar a poner sobre la mesa que la infancia es un tema intocable, que no se puede utilizar como moneda de cambio para un gobierno u otro. Para defender un pacto para la educación como condición sine qua non. ¿Los adultos dictamos en exceso la vida de los niños? Los adultos y la sociedad en la que vivimos. Es curioso ver todo lo que indica la neurociencia sobre desarrollo del cerebro y comprobar lo que muchos intuían, y es que los niños necesitan tiempo. Tiempo para explorar, para investigar, para observar, para aprender, en definitiva. Los niños necesitan jugar, y el juego necesita tiempo y respeto. TOMADO DE TICHING BLOG
Nos enseñaron a hablar, a leer, a escribir, nos enseñaron cálculos algebraicos ¿Y quién nos enseña que ser feliz es importante para la vida? Hay un elemento despótico: se usa la escuela para domesticar. Tenemos que usar la educación para formar seres completos. No se educa para ser feliz. Si se calculara el precio de la infelicidad que se crea, se vería lo antieconómica que es nuestra educación.
Las cosas verdaderas se aprenden por amor al aprender, por amor a la verdad, por deseo de saber. No por la obligación de las calificaciones.
La mayoría de maestros tienen que estimular su interior. Enseñar con una actitud amorosa. No ser explotadores disfrazados de buenos maestros
La educación se convierte en una herramienta para convertirnos en factores de producción idiotizados, adaptables a lo que el sistema quiera
Ni un grado alto de inteligencia ni imaginación ni ambos juntos van en la fabricación de un genio. Amor, ésta es el alma del genio. Mozart
La educación debería estar orientada para seres tri-cerebrados, no ocuparse solo del conocimiento, de lo externo, sino también de lo interno
No hay que frustrar tanto a los niños. Abandonar esa aberrante idea de que “la letra con sangre entra”.
alineado al centro.
La educación está sujeta a un paradigma racionalista. Es por ese motivo que la gente no sabe lo que siente, ni siente lo que piensa.
Cuando se dice que educar es enseñar a leer y a escribir se están confundiendo los medios con el fin.
El fin de la educación debería ser el desarrollo de las personas y de su mente. No solo aprender libros, sino aprender de las fuerzas vivas.
No hay que vender certezas, ni dogmas. Hay que despertar al buscador interior. Lo importante es el camino, el proceso de conciencia.
El fin de la educación es conseguir que las personas lleguemos a ser lo que somos, pero la educación impone a una manera de ser.
El problema radica allí: Se educa para fabricar trabajadores, y no se presta atención en educar para la vida.
La educación solo se enfoca en el plano racionalista, es por ese motivo que hemos creado un sistema que nos denigra.
La crisis de la educación, no es la crisis de los estudiantes. Los estudiantes no tienen la culpa que un sistema enajenante los contamine.
Uno tiene que querer a su niño interior. La educación tradicional no ayuda a quererlo, sino a reprimirlo y enfermarlo.
El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una educación para el desarrollo de la conciencia.
Al sistema le conviene que uno no esté en contacto consigo mismo, ni que piense por sí mismo porque así la manipulación predomina.
La educación debería liderar el cambio, pero es una institución obsoleta y fosilizada.