Catherine L´Ecuyer es una enamorada de la educación, de los niños y de su capacidad de asombro, quizá porque ella no la ha perdido. Esta mujer tremendamente preparada es abogada de formación. En 2004 vino a España para hacer el Master del IESE y se enamoró de un español. A raíz de la maternidad, se preguntó sobre lo que movía a los niños a actuar, a aprender. Investigando en los ámbitos de la neuropediatría, la filosofía, la psicología y la educación, la respuesta que encontró fue: asombro y belleza. Le fascinó tanto lo que encontró, que decidió dejar el mundo de la empresa, hacer una maestría y un doctorado para seguir investigando su tesis con rigor. En 2011, tuvo un accidente de coche grave mientras estaba embarazada; estuvo de baja 6 meses esperando que naciera su cuarto hijo. En ese tiempo, tuvo tiempo para poner por escrito sus reflexiones sobre educación en «Educar en el asombro», un libro inspirado en sus investigaciones, basadas en la observación y en su intuición de madre «cualquiera» (insiste en que las madres perfectas no existen). Hace unos días impartió una conferencia en la Fundación Botín en la que expuso sus conclusiones.
-¿Qué es para usted educar?
Educar es buscar la perfección de la que es capaz nuestra naturaleza. Uno de los problemas de los últimos años es que estamos buscando perfecciones de las que no somos capaces. Eso ocurre porque basamos muchos métodos del sistema educativo en los neuromitos.
-¿Qué son los neuromitos?
-Son falsas interpretaciones de la literatura en neurociencia. Por ejemplo:«el niño solo usa el 10 % de su cerebro», «tiene una inteligencia ilimitada». O el mito de los 3 primeros años, según el que habría una ventana de aprendizaje, un periodo crítico que después se pierde para siempre. Estos neuromitos están reconocidos como tales en la literatura científica, no hay debate sobre ello. Sin embargo, cuesta llevar a cabo una buena divulgación científica en el mundo educativo. Aún hay muchos métodos basados en los neuromitos. Por ejemplo, la estimulación temprana es un método que no tiene ninguna base científica. Está basado en una teoría biológica totalmente obsoleta y ha sido condenada por decenas de asociaciones como Neurology y la Academia Americana de Pediatría.
-Entonces, ¿cómo cree que debería ser la educación?
-Estamos considerando al niño como un cubo vacío en el que vamos echando conocimientos tal y como si de él mismo no surgiera ningún deseo, ninguna motivación intrínseca. Esto hace que el niño se acostumbre a que se lo den todo hecho. El niño desea conocer y si nos pasamos todo el día bombardeándolo con información, pensando que él no va a ser capaz de moverse por sí solo, lo que conseguimos es adormecer al niño. Lo convertimos en un ente pasivo y dispersamos su atención. Creo que la inatención es una de las causas de la llamada «crisis educativa».
-¿Están los niños hiperestimulados?
-Sí, se les ofrecen demasiados estímulos y hay que dejarles que se aburran y descubran cosas por sí mismos. Esto no quiere decir que no haya que transmitir conocimientos. Es cierto que el niño llega al conocimiento a través de conocimientos previos, es decir, va modelando su saber del mundo en base a lo que ya entiende. Eso no significa que el niño crea la realidad y debe diseñar el andamio de su propio aprendizaje. Esa es la premisa de ciertas nuevas pedagogías que proponen un constructivismo salvaje. El papel del maestro es clave.
-¿Cómo aprenden los niños?
-Observando la realidad. Esta no se construye, se descubre. Y se descubre a través del deseo de conocer. Cuando se pierde el asombro, los niños acaban dependiendo de la fuente de estímulos externos para aprender o motivarse y llega un momento en que estudian por sacar buena nota en vez de hacerlo por amor al saber. El siguiente paso es la búsqueda de sensaciones nuevas, la adicción a esos estímulos externos, que tienen que ser cada vez más rápidos.
-Los niños de ahora no saben aburrirse...
-Tolstói decía que «aburrirse es desear desear». Que un niño no se sepa aburrir suele ser síntoma de que está sobrestimulado. Pero, a su vez, el aburrimiento es preámbulo del asombro. Si les dejamos aburrirse, empezarán a buscarse la vida, a ser creativos y a poner en marcha sus funciones ejecutivas (planificación, atención, memoria de trabajo, etc.) a través del juego libre. El aburrimiento no es un grito de alarma que nos ha de convertir en animadores de ludoteca u organizadores de cumpleaños extraordinarios. No es preciso ocupar todas sus horas... Relajémonos. La vida ordinaria ya es de por sí bastante interesante: hay que ayudarles a redescubrir lo extraordinario de lo ordinario.
-¿Habría que dejar que los pequeños descubrieran mucho más por sí mismos?
-Yo creo que sí. Esto no quiere decir que haya que dejar de lado la educación formal. Pero la educación infantil debería ser mucho más desestructurada, que no es lo mismo que caos y libertinaje. En el modelo montessoriano, por ejemplo, siempre hay un objetivo, un marco, un ambiente preparado, y el material está diseñado para corregir naturalmente al niño. María Montessori decía «nuestros alumnos no siempre hacen lo que quieren, pero siempre quieren hacer todo lo que hacen». Todos estamos de acuerdo en que «el niño ha de ser protagonista de su educación», pero no todos entendemos lo mismo con esta frase.
-¿Tienen los niños diferentes ritmos?
-Antes de los 7 años son muy grandes las diferencias entre un niño que nacido en enero y otro nacido en diciembre. En un aula, el abanico de capacidades puede ser enorme. Por lo tanto, es una etapa en la que la educación personalizada es clave. Y, sin embargo, es la etapa a la que se le da menos importancia. Hay 30 niños por clase y los maestros tienen multitud de cosas que hacer (métodos, fichas, etc.); eso dificulta su atención a la parte afectiva del niño. En infantil, especialmente en el primer ciclo, los niños aprenden a través de sus cinco sentidos, no están preparados para el mundo de la abstracción.
-Entonces, ¿se están adelantando aprendizajes?
-Efectivamente. Adelantar aprendizajes abstractos en la etapa anterior (sensorial) les lleva a la frustración y daña su autoestima, lo que introduce al niño en una espiral de fracasos que afecta a su futuro rendimiento. Y no estoy en contra del esfuerzo y de la exigencia, pero en la etapa infantil, adelantar y forzar el aprendizaje formal cuando un niño no está preparado es un sinsentido.
-¿Asombro y fascinación son lo mismo?
-No. La fascinación es una reacción más bien pasiva, deja boquiabierto ante algo que puede ser grande o incluso feo. Uno puede quedar fascinado ante la pornografía o ante la pantalla, por ejemplo. En cambio, el asombro arranca desde lo profundo de la persona y lleva a uno a inclinarse ante la belleza.
-¿El asombro está ligado a la belleza?
-El ser humano, como decía Platón, tiene un deseo profundo para lo bello. En ese sentido, podemos decir que la belleza es algo irresistible para el ser humano, nuestro corazón está hecho para descansar en lo bello. Los griegos decían que la belleza es la expresión visible de la verdad y de la bondad. Es verdadero y es bueno lo que respeta la naturaleza del niño, sus ritmos, sus etapas... Educar es dar oportunidades de belleza.
TOMADO DE ABC FAMILIA
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