Compartiendo experiencias con compañeros, me he dado cuenta de que la mayoría de los docentes no tenemos claro QUÉ queremos conseguir.
Esto hace del libro de texto una guía divina y un instrumento que aporta seguridad (y en ocasiones lamentablemente comodidad).
Soy un apasionado de la didáctica en general y de la de las matemáticas en particular, pero aun así creo que las asignaturas como entes independientes tendrían que empezar a partir de la etapa de educación secundaria.
En primaria los niños tienen que vivirlas, disfrutarlas e incorporarlas en sus "conoCIMIENTOS" dentro de proyectos significativos, que aporten el sentido y objetivo de las mismas.
El qué y el cómo son igual de importantes si hablamos del objetivo pretendido, pero NO si hablamos del contenido a trabajar.
La clave es saber QUÉ quiero conseguir (desarrollar pensamiento lógico, divergente, habilidades, descubrir talentos, motivación, etc) y CÓMO lo vamos a lograr (descubrimiento, proyectos, colaborando...).
El error es pensar en el QUÉ cómo un contenido concreto (fracciones, operaciones, polígonos).
Muchos compañeros están incorporando bastantes "cómos" muy interesantes, pero centrados en "qués" muy pobres.
La presión por terminar libros y rellenar cuadernos limita el crecimiento del profesorado.
Yo mismo soy un seguidor de contenidos (atragantado) e intentó utilizarlos para desarrollar esos aspectos importantes, los "qués buenos".
Poco a poco vamos dando pasitos, pero necesitamos de una "tila educativa" por parte del departamento de educación. Necesitamos (entre otras cosas) una flexibilidad curricular y menos pruebas externas que alimentan la evaluación basada únicamente en exámenes.
¿Por qué decimos que las matemáticas están en todas partes y luego las trabajamos sólo en una?
Podemos pintar en las ventanas, jugar en el suelo, disfrutar de otros espacios más allá del "pupitre", donde las experiencias enriquecen aún más el aprendizaje.
Es una satisfacción escuchar a tus alumnos comentarios del tipo; "Si el ancho del pasillo midiese un metro, el arco del techo valdría PI"... "Entonces PI no tendría infinitos decimales ¿no?"... "Lo podemos llamar PIsillo"...
Podemos pintar en las ventanas, jugar en el suelo, disfrutar de otros espacios más allá del "pupitre", donde las experiencias enriquecen aún más el aprendizaje.
Es una satisfacción escuchar a tus alumnos comentarios del tipo; "Si el ancho del pasillo midiese un metro, el arco del techo valdría PI"... "Entonces PI no tendría infinitos decimales ¿no?"... "Lo podemos llamar PIsillo"...
¿Por qué no investigar y curiosear? Por ejemplo, sobre la historia de nuestros ancestros para entender cómo contaban, cómo vivían las matemáticas.
A los alumnos les encantan las anécdotas curiosas. Y les gustan aún más si son ellos los que las encuentran.
Una que les llama mucho la atención es de dónde viene el sistema de numeración sexagesimal.
Se quedan boquiabiertos viendo cómo (antiguamente) contaban tocando con el pulgar de su mano derecha las falanges de los dedos de esa mano. ¡Son 12 falanges! (¿Casualidad que un día esté dividido en dos partes de 12 horas?).
Cada vez que el pulgar tocaba todas las falanges, lo marcaban con un dedo de la mano izquierda, y empezaban de nuevo.
Si en la mano izquierda hay 5 dedos, todos los dedos sumarían 60 conteos (¿Casualidad también?).
En la imagen que os dejo a continuación os podéis hacer a la idea...
¿Y si jugamos a contar con los dedos "del" sistema sexagesimal?
"3 dedos de la mano izquierda y el pulgar en la segunda falange del índice de la derecha... ¿qué número sería?...
¡el 38! ¡Genial!
¿Y no es esta una forma divertida de introducir el concepto de sistema posicional, así como de aterrizar en el propio sexagesimal?
Si estáis interesados en profundizar en este tema, podéis leer la entrada "cómo nace el grado sexagesimal"
A veces introducimos las matemáticas a nuestros niños de una forma original, divertida, que les cautiva, y de repente en un suspiro, como si hubiese sido una simple "dosis" de motivación, pasamos, "sin anestesia ni nada", al trabajo convencional, mecánico, aburrido, repetitivo, en silencio.
Ponemos un vídeo de Fibonacci espectacular, y en cuanto acaba empezamos a trabajar ejercicios del libro.
Esta imagen de Frato lo explica mejor que yo...
Vamos más alla... ¿Por qué no disfrutar de ellas dentro de proyectos donde la necesidad de aprender genera un cocimiento real?
He aprendido de mis referentes matemáticos "Javier López Apesteguía" (@Javiloap) y "José Antonio Fernández Bravo" (@Fdezbravo), que el fundamento didáctico de "las mates" se basa en comprender y relacionar.
Que el niño genera conocimiento gracias a las relaciones y la generalización de conceptos previamente dotados de significado.
Que los alumnos son los que han de conquistar esos conceptos, son los descubridores.
Nosotros ponemos el contexto, acompañamos. Y la guinda de la motivación pasa por provocarles necesidad de uso.
Recuerdo una clase que impartí en 1º de primaria donde los niños me demostraron que son ellos los que aprenden, que son ellos los que piden cuando necesitan. Que mi única misión era dotar de nomenclatura matemática a sus descubrimientos.
Como yo estaba de guardia, mi compañera me explicó que tenían que trabajar calculo mental. Preparé un jueguico por equipos tipo concurso, en el que sumaban un punto por acertar y restaban uno por no hacerlo.
Se me ocurrió evitar que ningún equipo ganase en las primeras rondas, y ahí empezó la diversión.
Les preguntaba a los equipos cuántos puntos llevaban, y me decían 2, 1, 3... Yo les replicaba que eso no era posible porque habían fallado las respuestas. Ellos me explicaban que se referían a 2, 1, 3... pero de "no acertar".
Entonces aprovechaba para decirles que si apuntaban los números así, no quedaba claro que eran puntos de "no acertar".
Surgieron un montón de ideas entre las cuales destaco la de una niña que nos dijo; "podemos redondear los números cuando queremos que sean "no acertados". Les pregunté a todos si les parecía bien, y lo aplicamos a toda la clase, y seguimos jugando.
Ellos no sabían que estaban contando con números negativos. Ni siquiera es un "contenido" de 1º de primaria. Pero lo habían descubierto, y estaban jugando con ellos.
Una vez con el juego avanzado, les expliqué que los mayores, cuando usamos esos números para representar los "no acertados", colocábamos el signo "menos" delante del número. Les propuse hacer como los mayores, y A partir de ese momento todos escribían correctamente los números.
Leyendo la anécdota podemos sacar muchas conclusiones, pero mi objetivo era claro. Quería establecer un lenguaje común entre nosotros para hablar "matemáticas". No fue necesario explicar ningún concepto. Simplemente jugábamos y nos comunicábamos.
Esto son "las mates". Jugar, comunicarse, utilizarlas con sentido. Crear una necesidad en el juego para generar conocimiento.
Las matemáticas son emocionantes porque forman parte de nuestras vidas, porque son necesarias, porque tienen sentido.
EmocionMATE, ¿verdad?
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