La evaluación inicial inclusiva

La evaluación inicial inclusiva

Hablar de evaluación inclusiva implica beber de nuestra normativa educativa vigente acerca de atención a la diversidad(1) . Desde aquí podremos entender una doble necesidad de atender a nuestro alumnado de forma individual, pero también como integrante de un grupo-clase.

Y es que, en palabras de Carmen Alba Pastor, “no hay un zapato, ni un traje que sirva a todas las personas, que les guste a todas o que les siente igual de bien. De la misma manera, en algo tan relevante y complejo como es la educación, no se puede pretender que todos los alumnos y todas las alumnas aprendan lo mismo, a la vez, de la misma manera y con los mismos métodos y recursos”. (DUA)

Movernos en el término de inclusión educativa supone introducir cambios importantes a todos los niveles: en la organización del centro, en el currículo, en la metodología y en el propio proceso de evaluación. El punto de referencia está en las competencias clave que impregnan la evaluación, el proceso de enseñanza y la adquisición de habilidades. Suponen por tanto el referente para todo el curso, el eje a tener en cuenta para reestructurar y contextualizar a la vida real las programaciones de los departamentos.

Dentro del proceso evaluador, la evaluación inicial tiene por objeto caracterizar lo mejor posible las condiciones en las que se encuentra cada alumno y alumna al comienzo de su propio proceso de enseñanza-aprendizaje.

Dicha evaluación emana del proceso de tránsito entre las diferentes etapas educativas, prestando una mayor atención en el momento de la incorporación del alumno o de la alumna al centro.

En ella se deben evaluar:

Fotografía. MCatherine Fontinoy. Pixabay. CCO Public Domain

– A nivel general: el grupo clase y el Equipo docente
– A nivel individual: al alumnado y la práctica docente.

Con ello se atiende a un conjunto de cuestiones que engloba mucho más que la adquisición de saberes por el alumno o alumna.

Normativamente, es un proceso que dura 15 días en el que debemos analizar y reflexionar sobre el grupo, decidir cómo vamos a trabajar con ellos y tomar decisiones acordes a la diversidad del alumnado que lo integra. No podemos basarla en una reunión preevaluadora donde se mide únicamente el progreso intelectual del alumnado.

La evaluación inicial debe ser el punto de partida para:

– Conocer al grupo.
– Estudiar la diversidad dentro del grupo.
– Establecer mecanismos de inclusión.

Es el espacio temporal para detectar los diversos estilos de aprendizajes, las características personales y emocionales de cada alumno o alumna, sus capacidades intelectuales y la actitud individual con referencia al grupo y a las distintas asignaturas.

Regresemos al punto de partida, pues allí hemos defendido que la evaluación inicial comienza realmente en el mes de junio cuando se realizan los informes que servirán de base al Equipo Docente del curso siguiente. Durante el mes de julio y los primeros días de septiembre continúa esta evaluación. Es el momento de hacer la distribución de grupos, teniendo presente que deben hacerse desde la heterogeneidad, buscando el equilibrio entre niños y niñas, número de alumnado repetidor, alumnado con NEAE, etc. Estas cuestiones deben primar sobre los aspectos organizativos del centro.

Formado el Equipo Docente, se ha de empezar estudiando los informes individualizados, donde se recoge la vida académica del alumnado y la información que el equipo anterior ha querido transmitir acerca de estilos de aprendizajes, medidas adoptadas y valoración de las mismas, forma de relacionarse con el alumnado, la integración dentro de un grupo de trabajo, el entorno familiar y las aportaciones propias de esta primera evaluación.

Modelo empleado en el IES Las Lagunas

Ap7 de María Camacho

Fotografía. Prawny. Pixabay. CCO Public Domain

Esta información nos permite marcar las siguientes pautas:

– ¿Cómo se va a trabajar en el aula?
– ¿Cómo vamos a gestionar el aula?
– Metodología a emplear.
– Posible asignación de puestos del alumnado y posibles equipos de trabajo.
– Procesos e instrumentos de evaluación del grupo.
– Alumnado-tutoría y asignación a un alumno o alumna en concreto.
– Actuaciones personalizadas necesarias.

Convirtiendo la evaluación inicial en un análisis y reflexión necesarios para favorecer el éxito educativo del alumnado.

Conclusión

La evaluación inicial debe adquirir su importancia como base sustentadora sobre la que se irán levantando los cimientos de todo el proceso de E-A posterior. De su resultado se partirá en la sesión de evaluación informativa posterior, en la que se tendrá presente a cada alumno y alumna de forma individual y como parte de un grupo, sin marcar un rasero situado en un tipo de alumnado “medio” inexistente.

Solo con esta forma de evaluar se permitirá dar soluciones reales a los distintos alumnos y alumnas, realizar ajustes curriculares, diseñar una metodología motivadora, evaluar de distinta forma a lo largo del curso… Sin olvidar que, además de los procesos, estamos evaluando capacidades y competencias, por encima de resultados académicos y conocimientos adquiridos. Solo así podremos hablar de evaluación inicial inclusiva. Es decir, podremos evaluar el saber y el saber hacer y el ser y estar.

(1)*Atención a la diversidad
• INSTRUCCIONES de 8 de marzo de 2017, de la Dirección General de Participación y Equidad, por las que se actualiza el protocolo de detección, identificación del alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo y organización de la respuesta educativa.
• ORDEN de 25 de julio de 2008, por la que se regula la atención a la diversidad del alumnado que cursa la educación básica en los centros docentes públicos de Andalucía (Texto consolidado, 2016)
• INSTRUCCIONES de 28 de mayo de 2013 de la Dirección General de Participación y Equidad por las que se regula el procedimiento para la aplicación del protocolo para la detección y evaluación del alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo por presentar altas capacidades intelectuales.

*Currículo y evaluación (ESO y Bachillerato)

FUENTE: