Ocurre siempre o casi: los mejores son los mejores porque se adelantan, porque no se sientan en sus laureles, porque reaccionan rápido cuando ven que están perdiendo terreno. Finlandia sorprendió al mundo a finales de 2001 cuando se dieron a conocer los resultados de la primera edición de la prueba PISA: primer lugar en lectura, quinto en matemáticas y cuarto en ciencias, entre los 43 países participantes. Muy por encima de Alemania o Estados Unidos, vistos hasta entonces como los “mejores” sistemas educativos del mundo.
En PISA 2003 y 2006, los alumnos finlandeses vuelven a obtener excelentes resultados en una prueba compleja que nada tiene que ver con la memorización o el enciclopedismo: primer lugar en lectura y ciencias y segundo lugar en matemáticas de los 31 países participantes en 2003, y primer lugar en ciencias y segundo en lectura y matemáticas de los 57 países que participan en 2006. En la siguiente edición de PISA (2006), Finlandia baja un poco tanto en puntaje como en el ranking, pero mantiene su posición en los primeros lugares en las tres competencias evaluadas.
Hordas de expertos y hacedores de política educativa de todas partes del planeta vuelan a Helsinki a tratar de desentrañar el secreto detrás de los impresionantes resultados de los finlandeses en PISA. Crece exponencialmente el interés de los medios y los comentaristas sobre el fenómeno, y el número de publicaciones académicas también se dispara. El impacto práctico del modelo finlandés fuera de Finlandia es limitado, pues choca contra los vientos evaluadores y estandarizadores del momento (en Finlandia no son muy partidarios de las pruebas estandarizadas). De cualquier forma, Finlandia se constituye en EL referente de calidad educativa a nivel global.
Así estaban las cosas cuando llegan, a fines de 2013, los resultados de PISA 2012. Finlandia es desplazada de las primeras posiciones del ranking por los asiáticos, quienes, con Shanghái-China a la cabeza, rompen todos los récords. Los estudiantes finlandeses no sólo pierden posiciones frente a otros países y regiones participantes (quinto lugar en ciencias, sexto en lectura y duodécimo en matemáticas); su desempeño contra sí mismos en el tiempo también cae (23, 29 y 19 puntos en lectura, matemáticas y ciencias, respectivamente, vis à vis sus máximos puntajes en esa competencias, obtenidos todos en 2006). ¿Fin de la historia? ¿Fin de los “15 minutos” de gloria?
No, la historia no se acaba ahí. Desde el anuncio oficial de los resultados PISA 2012 en diciembre de 2013, la ministra de Educación de Finlandia reconoce la caída en los resultados sin ambages y enfatiza la importancia que el seguir siempre aprendiendo y mejorando tiene en el sistema educativo finlandés. En 2013, el Ministerio de Educación y Cultura pone en marcha, gradualmente, un cambio fundamental en el modelo educativo: el tránsito de una currícula –como todas oficiales del mundo– organizada en torno a asignaturas (matemáticas, finlandés, biología, historia, etcétera) al Phenomenon Learning, es decir, el aprendizaje centrado en temas y problemas. Fuera la compartamentalización del aprendizaje; bienvenida su integración y aplicación a la comprensión de fenómenos concretos, por ejemplo: el funcionamiento de la Unión Europea, el cambio climático o la historia de la telefonía.
El viraje hacia el Phenomenon Learning, mismo que habrá de generalizarse en 2016, no deja de lado el aprendizaje de matemáticas, lengua o las otras áreas y competencias fundamentales. Lo que hace es enseñar, por ejemplo, lectura y escritura no en un curso separado de lengua, sino en el contexto de la exploración de un fenómeno como la ebullición del agua o la historia de la fotografía. Algo así como pasar de enseñar pastelería con cursos de “cernido de harinas” y “batido de claras” a generar experiencias de aprendizaje en las que los alumnos obtengan esos conocimientos haciendo pasteles.
Si bien el enfoque de aprendizaje por temas o problemas no es nuevo, Finlandia es el primer país en aspirar a volverlo modelo para todo el sistema educativo. El reto es mayúsculo y sólo parece imaginable en un país con maestros con extraordinaria formación académica y muchísima experiencia práctica en ser dueños, autónomos, de su práctica docente. Aun con ello, habrá que ver qué tanto resulta, pues su nivel de exigencia para los maestros y los alumnos es enorme.
Más allá del modelo concreto que ha decidido adoptar Finlandia, lo que llama la atención es que estando tan bien (ya quisiéramos esos resultados educativos nosotros para un domingo) sigan experimentando en grande y buscando ser mejores en grande. Mucho que aprender de ellos, mucho.
Tomado de Educación Futura y escrita por Blanca Heredia.
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