El concepto de innovación ha ido variando en su significado e implicaciones a lo largo de las últimas décadas. En términos generales, se ha definido como “un camino mediante el cual el conocimiento se traslada y se convierte en un proceso, un producto o un servicio que incorpora nuevas ventajas para el mercado o para la sociedad” (Formichella, 2005, p. 4). Así, el ámbito de aplicación de este concepto se ha extendido desde la innovación únicamente en productos, luego en servicios y posteriormente en procesos y organizaciones, siendo la interacción entre estas últimas y la creación de un entorno propicio a la innovación una de las premisas claves para que esta se produzca (Tourón, 2014).
Teniendo en cuenta estos elementos podemos aproximarnos al concepto de innovación educativa, que también ha sido objeto de una amplia reflexión a lo largo de los últimos años, al pasar de ser considerada como una opción de interés para la actividad educativa de los centros a ser una necesidad para los objetivos estratégicos, la cultura y la calidad educativa del centro (Ortega et al., 2007; López, 2010). Mientras unos ponen el acento en la estrategia institucional y su capacidad (competencia) de adaptación al mercado mediante la aplicación de la tecnología y de los cambios organizativos, así como en el desarrollo de las competencias personales (Área, 2008), otros se refieren más a las intervenciones destinadas a modificar las actitudes, ideas y modelos pedagógicos a través de la introducción de nuevos proyectos, materias curriculares, estrategias de enseñanza y aprendizaje u otras variantes de la organización escolar (Carbonell, 2001). En esa línea, y con un enfoque más centrado en los procesos de enseñanza-aprendizaje, cabe destacar la opinión de autores como Mioduser, Tubin, Nachmias y Forkosh-Baruch (2003), para quienes la innovación debe ir encaminada a proporcionar a los estudiantes las competencias necesarias para un aprendizaje más activo e independiente, que los motive hacia el aprendizaje colaborativo y basado en proyectos.
Desde esta perspectiva, tenemos que considerar al menos tres elementos a la hora de definir las características de la innovación educativa.En primer lugar, la estructura educativa entendida como las instituciones dedicadas a la educación (de titularidad pública o privada) con sus inercias y con las personas que las dirigen y aquellas que desempeñan la labor docente. Por otro lado, el entorno social y cultural que rodea a estas organizaciones y que ejerce como elemento de presión hacia el cambio. Por último, el alumnado como sujeto activo o pasivo (esta es una diferencia esencial) de este cambio metodológico. Es el primero de estos aspectos el que resulta más decisivo a la hora de conseguir una mejora tanto procedimental como de resultados en el ámbito de la educación (Valle, 2012, p. 273). Los medios que se utilicen para fomentar este cambio influirán también en la percepción in- terna y externa del centro educativo y en los beneficios obtenidos por el alumnado. Corresponde a cada centro, y en especial a aquellos que lo lideran, decidir cuáles son las herramientas óptimas para la innovación y la mejora.
Como ya se comentó en en la entrada anterior, la capacidad de innovación depende de múltiples y complejos factores. En el contexto educativo, las TIC se postulan como uno de los medios más utilizados por las organizaciones educativas para promover la innovación y la mejora, si bien hay autores que opinan que se ha sobrevalorado su importancia por presiones sociales e intereses empresariales (Gutiérrez, Palacios y Tórrego, 2010). Otros autores justifican el uso de las TIC en el ámbito educativo por su aportación a la innovación metodológica, a la alfabetización digital y a la productividad (Marqués, 2012). Es evidente que los medios tecnológicos, contemplados de forma genérica, no se están explotando en todo su potencial debido en ocasiones a la carencia de medios técnicos (aunque en los últimos años se está haciendo un esfuerzo por parte de la Administración y de los centros de titularidad privada para paliar este problema), pero también y principalmente a la falta de preparación de los docentes y las organizaciones para aprovechar de forma plena sus potencialidades (De Pablos, Colás y Villaciervos, 2010; García-Valcárcel y Tejedor, 2010).
La introducción de las Tecnologías Digitales en la educación se ha enfocado desde diferentes puntos de vista. En un primer nivel podríamos situar las experiencias enfocadas al ámbito meramente tecnológico, en la que se produce una inclusión de nuevas herramientas de trabajo en el aula sin una reflexión metodológica al respecto. Esta situación puede llevar por sí sola a una modificación de los procedimientos utilizados en el aula, aunque no a un cambio sostenido en el enfoque del aprendizaje (McClintock, 2002). En este sentido, se han efectuado estudios cuantitativos sobre la implantación de las nuevas tecnologías en los sistemas educativos de diferentes países y regiones que aportan datos objetivos sobre el acceso a las TIC en el contexto educativo pero que no abordan su integración curricular (MEC, 2011).
Otras experiencias se han centrado en la mejora del paradigma tradicional de educación a través de la introducción de las TIC. Se ha estudiado la incidencia de las TIC en la mejora de los resultados escolares en diversas materias (Banerjee, Cole, Duflo y Linden, 2007; Machin, Mcnally y Silva, 2007; Barrow, Markman y Rouse, 2009) o en la adquisición de competencias básicas (Spiezia, 2010).
Un paso más en la integración de las Tecnologías Digitales tiene que ver con el desarrollo de nuevas habilidades por parte del alumnado relacionadas con el ámbito práctico, creativo o crítico (Correa y De Pablos, 2009) y con nuevos modelos de aprendizaje basados en el trabajo autónomo y colaborativo (García-Valcárcel, Basilotta y López, 2014). Por último, la innovación en este campo ha llevado a la asunción de los centros de una identidad digital sostenible que les permite establecer un nuevo tipo de relaciones dentro de la comunidad educativa, tanto en el ámbito interno como en la cooperación y la creación de redes. Para ello, los centros deben atender a tres conceptos fundamentales: la estructura que soporta la innovación (tanto tecnológica como organizativa), la producción de prácticas innovadoras y la difusión de su actividad (Llorens, 2012).
Abordar el tema de la innovación en los centros educativos es particularmente importante a la hora de diseñar un modelo Flippled Classroom, en el que el cambio de paradigma y cambio cultural son especialmente relevantes.
La desconexión entre la realidad social y el mundo educativo se va poniendo de manifiesto de manera cada vez más patente y esto no pasa desapercibido para una buena parte del profesorado.
El cambio ha de producirse a través de las personas. No podemos esperar que una modificación de currículo lleve por sí misma a una modificación de los enfoques didácticos. Más bien al contrario, la necesidad de un marco legal e institucional será atendida a posteriori, cuando se hayan generalizado una serie de nuevos valores y prácticas en el panorama educativo. La innovación sostenida debe proceder de la base para luego modificar las estructuras.
Para llevar a cabo esta tarea es necesaria una palanca de cambio, un nuevo paradigma de desarrollo que lleve a la enseñanza a encontrar de nuevo su rol en la sociedad y a responder a las demandas que de ella recibe. En este sentido se debería apostar por el liderazgo como elemento de innovación. Este concepto puede ser a la época actual lo que los estándares fueron en los años 90. El liderazgo aportará la sostenibilidad necesaria al cambio metodológico para hacerlo realidad. De acuerdo con Fullan (2002), no habrá un cambio profundo a menos que:
- Las personas interactúen.
- El nuevo conocimiento se genere cerca de las personas.
- Se descubran nuevas soluciones.
- Las personas poseen esas soluciones en el sentido de que se comprometen a tratar de buscarlas.
- Existen personas críticas que cuestionan las soluciones superficiales y quieren encontrar otras mejores.
Para se pueda dar un cambio real del paradigma educativo, al igual que en otros ámbitos, han de estar por lo tanto presentes los siguientes elementos:
- Servicio público con un criterio moral
- La obligación de cambiar los contextos a todos los niveles.
- Desarrollo de capacidades mediante redes
- Responsabilidad inteligente y relaciones verticales
- Aprendizaje profundo
- Compromiso compartido para resultados a corto y largo plazo.
- Energia cíclica
- La larga “palanca” del liderazgo
Otro elemento de esencial importancia es la revisión de las actitudes y las relaciones internas y externas de los centros educativos.Internamente se debe fomentar el aprendizaje conjunto y la responsabilidad compartida entre todos los miembros de la comunidad educativa.Externamente es urgente una desburocratización de la relaciones institucionales que permita un intercambio ágil y una mayor eficacia en los procesos de asesoramiento (Miranda, 2002). Estamos hablando de un cambio del contexto profesional que impulse dinámicas innovadoras. Ello supone también, citando a Keagan y Laskow (2001) un cambio en el lenguaje:
Del lenguaje de… | …al lenguaje de |
Queja | Responsabilidad |
Culpa | Responsabilidad personal |
“Deseos para el nuevo año” | Responsabilidades actuales |
Razonamientos ajenos | Razonamientos propios |
Premios y alabanzas | Recompensas permanentes |
Reglas y políticas | Compromiso social |
Critica “destructiva” | Critica “constructiva” |
Referencias
Fullan, M. (2002): Liderar en una cultura de cambio. Octaedro, Barcelona
Kegan, R.; Laskow L (2001) How the way we talk can change the way we work. San Francisco: Jossey-Bass.
Miranda Martín, E. (2002) La supervisión escolar y el cambio educativo. Un modelo de supervisión para la transformación, desarrollo y mejora de los centros Profesorado, revista de currículum y formación del profesorado, 6 (1–2), 1
Área, M. (2008). Innovación pedagógica con TIC y el desarrollo de las competencias informacionales y digitales [versión electrónica]. Investigación en la escuela, 64, 5-18.
Carbonell, J. L. (2001). La aventura de innovar. Madrid: Morata
Formichella, M. M. (2005). La evolución del concepto de innovación y su relación con el desarrollo. Extraído el 4 de julio de 2014,:
TOMADO DE The Flipped ClassroomOrtega P., Ramírez, M., Torres J., López, A., Yacapantli, A., Suárez L. y Ruiz B. (2007). Modelo de innovación educativa. Un marco para la formación y el desarrollo de una cultura de la innovación [versión electrónica]. Revista Ibe- roamericana de Educación a Distancia (RIED), 10(1), 145-173.López, J. (2010). Sostenibilidad de la innovación en los centros escolares: sus bases institucionales [versión electrónica]. Profesorado. Revista de currículum y formación del profesorado, 14(1), 9-28.
Mioduser, D., Nachmias, R., Tubin, D. y Forkosh-Baruch, A. (2003). Analysis schema for the study of domains and levels of pedagogical innovation in schools using ICT. Education and Information Technologies, 8, 23-36.
Tourón, J. (2014). Diez tendencias que guían el futuro de la Educación. En S. Patrick, My friend’s corner. Extraído el 2 de Julio de 2014:
Valle, J. L. (2012). Los directores de CEIPS ante el espejo. El liderazgo educativo en un tiempo de cambio. Barcelona: AnthroposBanerjee, A., Cole, S., Duflo, E. y Linden, L. (2007). Remedying education: Evidence from two randomized experiments in India [version electrónica]. Quarterly Journal of Economics, 122, 3, 1235-1264.
Barrow, L. y Markman, L. y Rouse, C.E. (2009).Technology’s Edge: The Educational Benefits of Computer-Aided Instruction [version electrónica]. American Econo- mic Journal: Economic Policy, American Economic Association, 1(1) February, 52-74.De Pablos, J., Colás, P. y Villaciervos, P. (2010). Políticas educativas, buenas prác- ticas y TIC [versión electrónica]. Teoría de la Educación: Educación y Cultura en la Sociedad de la Información [S.L.]. 11(1), 180-202.Correa, J. M. y de Pablos, J. (2009). Nuevas tecnologías e innovación educativa [versión electrónica]. Revista de Psicodidáctica, 14(1), 133-145.
García-Valcárcel, A. y Tejedor. F. J. (2010). Evaluación de procesos de innovación escolar basados en el uso de las TIC desarrollados en la Comunidad de Castilla y León [versión electrónica]. Revista de Educación, 352, 125-147.Gutiérrez, A., Palacios A. y Torrego L. (2010). La formación de los futuros maestros y la integración de las TIC en la educación: anatomía de un desencuentro [versión electrónica]. Revista de Educación, 352, 267-293.
Llorens, F. (2012). Identidad digital e innovación en los centros educativos. En J. Hernández, M. Pennesi, D. Sobrino y O. Vázquez, Experiencias educativas en las aulas del siglo XXI. Innovación con TIC. Madrid: Fundación Telefónica / Ed. Ariel. Extraído.Marqués, P. (2012). Impacto de las TICs en Educación: funciones y limitaciones. 3 Ciencias. Revista de investigación. [http://de http:// www.3ciencias.com/wp-content/uploads/2013/01/impacto-de-las-tic.pdf]ExtraídoMachin, S., Mcnally, S. y Silva, O. (2007). New technology in schools: is there a payoff? [versión electrónica]. Economic Journal, 2007, 117(522), 1145-1167.
MEC (2011). Cifras clave sobre el uso de las TIC para el aprendizaje y la innovación en los centros escolares de Europa [versión electrónica]. MEC. Extraído
McClintock, R. (2000). Prácticas pedagógicas emergentes. Cuadernos de Pedagogía, 290, 74-77.Spiezia, V. (2010). Does computer use increase educational achievements? Student level evidence from PISA. OECD Journal: Economic Studies, 1, 1-22.
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