martes, 20 de octubre de 2015

Creatividad en el aula (parte I)

Persona, mujer, madre y maestra. Actualmente doy clases en un CEIP de Mos (Pontevedra) y mi pasión se centra en mi nuevo proyecto Realkiddys al cual os invito a uniros. Como madre de un niño y una niña no quiero mundos rosas o azules, ¡quiero que mis peques tengan toda la paleta de colores!
¿Qué es creatividad? ¿Hay una única definición?
La creatividad consiste en la generación de nuevas ideas, nuevos conceptos o asociaciones. Hacer las cosas de una manera distinta a la habitual, o simplemente mostrarlas desde un punto de vista diferente, supone ya en muchos casos crear algo nuevo. Es decir, no siempre es necesario inventar algo que no existe.
Creatividad | Tiching
Los estudiosos de este campo mencionan la existencia de dos tipos diferentes de creatividad:
  1. La Creatividad con C mayúscula: que da lugar a los grandes cambios sociales y logros históricos, como pueden ser las comunicaciones, el transporte, la escritura…
  2. La creatividad con c minúscula: que nos ayuda a solucionar los problemas cotidianos, aunque no por ello deja de ser menos importante.
Muy pocas personas llegarán algún día a tener esa Creatividad con C mayúscula, pero casi todos podemos optar a la creatividad con c minúscula, en especial si esta es fomentada en la infancia, desde la familia, la escuela y la comunidad.
¿Nacemos creativos o nos hacemos creativos?
Esta es una pregunta de suma importancia, porque si consideramos que la creatividad se define únicamente como algo innato y natural, muchas personas seremos clasificadas como no creativas por haber nacido sin unas determinadas condiciones biológicas. Pero, al igual que en la mayoría de los casos que se refieren a la especie humana, ni todo es innato, ni todo es construcción. De hecho, son varios los condicionantes que pueden llevar a alguien a ser considerado como una persona creativa.
1. La herencia genética
Ciertamente, sí existe un componente genético que se transmite a través del ADN, y que nos predispone en cierto modo, a ser personas más creativas. Pero, de igual manera que llegar a medir dos metros de altura no te asegura que te conviertas en un excelente jugador o jugadora de baloncesto, el poseer ese componente de manera natural tampoco te garantiza una futura exitosa habilidad creativa.
Nuria Pérez Paredes, creativa y bloguera de profesión, señala en uno de sus últimos vídeos la existencia de familias enteras en las que la creatividad parece fluir a raudales: los Bronte, los Coppola o los Arquette son algunas de ellas. Este singular hecho parece contribuir de manera muy factible a que esa herencia de ADN sea la culpable de la transmisión de la habilidad creativa. Sin embargo, el entorno en el cual se movían y mueven esas familias es probablemente un ambiente en el cual el arte, el teatro, la literatura, y el conocimiento en general siempre están presentes, con lo cual la pregunta de “¿qué fue primero, el huevo o la gallina?” queda de nuevo sin respuesta.
2. El tamaño del cerebro
Existen también diversas investigaciones que afirman que el tamaño del cerebro es una excelente prueba de una mayor capacidad creativa. Sin ir más lejos, el cerebro de Einstein fue analizado milimétricamente hasta sus entrañas (gracias al robo del mismo por parte del Dr. Harvey), proceso en el cual se confirmó que la masa callosa del cerebro de Einstein (vía de comunicación entre el hemisferio derecho y el izquierdo) era más densa que en el resto de los mortales. Esta mayor cantidad de masa, favorecía en consecuencia las conexiones entre los dos hemisferios, proporcionando así una mayor visión creativa.
3. La plasticidad del cerebro
Lo que no llegaremos a saber nunca es si Einstein era un genio porque su cerebro era así de manera innata, o si su genialidad había convertido su cerebro en una bomba de creatividad. Numerosos estudios que trabajan desde la neurociencia nos cuentan cómo gracias a la plasticidad del cerebro el tamaño del mismo no permanece inalterable a lo largo de la vida.
En efecto, según los inputs de información que este reciba, las neuronas de nuestro cerebro tienden a reubicarse, lo cual puede provocar que la forma y tamaño del cerebro también varíe, según el entorno y funcionamiento al que se vea sometido.
Un claro y tangible ejemplo de esta teoría es el estudio que Eleanor Maguire llevó a cabo con los taxistas de Londres en el año 2000. A través de diferentes tests, Maguire consiguió demostrar que, debido a su continuo trabajo espacial, había una parte del cerebro de los taxistas (el hipocampo) cuyo tamaño era mayor que en el resto de los ciudadanos.
Por ello, tengamos o no ese ADN creativo de serie, está demostrado que la estimulación, el trabajo, la pasión, la práctica y el esfuerzo tienen mucho que ver con esa genialidad creativa. Ya lo decía Edison: “El genio es un uno por ciento de inspiración, y un 99 por ciento de transpiración”.
Y aquí es donde entra nuestra tarea como docentes. Para poder llegar a ser magníficos resortes de esa creatividad, no solo debemos provocar que ella surja en nuestro día a día en el aula, sino que en cuanto esta haga su aparición tenemos que ser capaces de convertirnos en grandes conductores de la misma para apoyarla, valorarla y permitir que llegue todo lo lejos que sea posible.
El biólogo molecular Estanislao Bachrach nos dice que “para que se vean cambios reales en la creatividad de una persona hay que ejercitar la mente con la misma disciplina que cuando se va al gimnasio o se hace dieta”, por lo que ese trabajo en la escuela pasa a tener un papel principal. No debemos olvidar además, que todo nuestro alumnado posee una creatividad con c minúscula potencial, y quien sabe, quizás algún alumno o alumna de los que tú enseñas hoy en el aula, llegue algún día a conquistar la genialidad de esa Creatividad con C mayúscula.
Y entonces, sentirás el orgullo de tu profesión, porque tú habrás tenido mucho que ver en ese proceso.
Tomado de Tiching Blog

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