Mapas mentales en el aula: pensando en imágenes
Lola Moreno Lozano
Me interesa el sistema educativo y su necesidad de renovación. Intento mantenerme al día mediante formación continua. Puedes saber qué hago en clase visitando mi blog La Clase de Lola.
Dar clase en 2º de bachillerato y querer innovar no es nada fácil. En muchas ocasiones, el primer obstáculo lo ponen los propios alumnos, que dudan de la eficiencia de la actividad y preguntan hasta la saciedad cuánto les va a puntuar, o si les servirá para subir la media.
Aun así, éste es el segundo año en que, para relajar el ambiente tenso de la clase y buscando un fin didáctico, les he ofrecido hacer mapas mentales a partir de los contenidos explicados en literatura.La idea les gusta, de hecho, se acuerdan de traer cartulinas y rotuladores de colores para la sesión de inicio. Por supuesto, piden indicaciones claras de cómo deben realizarlos y, a ser posible, ejemplos gráficos. Lo más complicado es hacerles entender que deben ilustrar con dibujos o fotografías más que con palabras. Se trata de transformar la información, asimilarla buscando un referente distinto. Y si, además, el proceso les sirve para recordar los conceptos después, mucho mejor.
Una de las cosas que más me atrae es que, durante los días en que estamos enfrascados con esta actividad, lo normal es llegar al aula y encontrarlos trabajando. Sin tener que organizarlos ni decirles nada. Por su parte, ellos afirman que les resulta útil como herramienta de estudio. Por ahí parece que todo va bien. Podríamos matizar si realmente es estudio (como sinónimo de aprendizaje) o más bien memorización.
Y éste es uno de los aspectos negativos con los que me encuentro. En general, les cuesta muchísimo trasladar a imágenes la información que han recibido. De hecho, cuando tienen que exponer, la mayoría repite de memoria las palabras que aparecían en el libro. Pocos explican el significado de los dibujos o de las fotos que han elegido para representar las características de un movimiento, por ejemplo. O si los corriges o interrumpes, se ponen nerviosos y pierden el hilo…
Quizá dos años intentándolo con los más mayores de la etapa no son suficientes, pero la verdad es que me pregunto hasta qué punto estamos educando a jóvenes críticos y creativos, o más bien, con la obsesión de las pruebas de acceso, los convertimos en meros repetidores de señales.
En las diversas plataformas que ofrecen y explican cómo hacer un mapa mental podemos encontrar términos como: conectar, aprender de forma activa, imaginar, interiorizar, visualizar… Pero la realidad es que luego las acciones se reducen a las de siempre: almacenar, repetir, volcar y olvidar.
¿No deberíamos acostumbrarlos desde bien pequeños a utilizar adecuadamente estos recursos? ¿Tendríamos que estar mejor preparados los docentes para saber aprovechar las herramientas que se nos ofrecen como camino hacia el pensamiento productivo?
No sé en qué momento empiezan a perder la imaginación y la creatividad, pero cualquier prueba que se base en la repetición y en la memorización ayuda a acabar con el maravilloso mundo de las ideas.
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