Desde hace ya algún tiempo, cada vez más, se promueve un aprendizaje basado en las competencias. Por desgracia, estas competencias se han venido a llamar básicas, lo que ha suscitado un cierto desdén en algunos sectores de la comunidad educativa ya que el concepto “básicas” está muy alejado del “nivel” que algunos docentes desean impartir a su alumnado. Alumnado que es capaz de memorizar, resolver ejercicios de forma mecánica y aprobar exámenes, ahora bien ¿Estamos seguros que estos mismos alumnos/as saben qué hacer con este conocimiento? ¿Son capaces de movilizarlo cuando es necesario para que sea útil? Yo creo que no, pero esta es una opinión muy personal que alguno de ustedes puede poner en duda. Les pondré un ejemplo: .
En el fondo, enseñar a ser competentes no es tan complicado como podría parecer, se trata de incorporar algunos cambios a la forma tradicional de enseñar. En primer lugar, deberíamos asegurarnos que se trata de un aprendizaje funcional, de esta forma potenciamos su capacidad de resolver problemas reales en contextos diversos, es decir, les mostramos cómo pensar de forma integrada. Debemos pautarles el proceso: planificar cualquier actividad antes de empezar, valorar la eficacia de este planteamiento y comprobar si los resultados son satisfactorios…, para lo cual tenemos diferentes estrategias a nuestro servicio: las bases de orientación, las rutinas de pensamiento, las rúbricas…
A nivel metodológico, tendríamos que modificar el tipo de actividades que planteamos a nuestros alumnos, priorizando las tareas productivas frente a las más habituales reproductivas. No se trata de enseñar a repetir, muchas veces mecánicamente, la respuesta adecuada, si no de dar espacio a la creatividad y consciencia del aprendizaje con actividades abiertasque, a ser posible, permitan más de un tipo de respuesta o, por lo menos, de formas de llegar a ella. Por último, en nuestra labor docente tenemos que esforzarnos en fomentar el aprendizaje inductivo que genere conflicto cognitivo movilizando la atención y actividad mental de nuestros pupilos.
Resumiendo, se trata de:
- Plantear situaciones cercanas al alumno, significativas y funcionales, que faciliten la implicación y, por tanto, la motivación.
- Buscar actividades que no impliquen reproducir conceptos, sino que faciliten la aplicación a nuevos contextos.
- Fomentar la incorporación de conocimientos provenientes de diferentes áreas de aprendizaje.
- Formular preguntas que permitan diferentes tipos de respuesta y que se correspondan con el nivel evolutivo del alumnado. E incluso mejor, proporcionar la respuesta y pedir que sea el alumno el que elabore la pregunta: actividad cognitivamente mucho más compleja.
- Potenciar el método inductivo como estrategia de aprendizaje. Elaborar buenas preguntas más que proporcionar mucha información.
- Entender cómo razona el alumno, cuáles son sus estrategias de aprendizaje, para poder identificar la causa que subyace en sus dificultades.
- Priorizar la reflexión, el espíritu crítico, para que el alumno sea consciente de su aprendizaje y sepa cómo utilizarlo cuando lo necesite en su vida cotidiana. Lo que implica autonomía y capacidad de autorregulación.
Como hemos estado viendo, se trata de conseguir una pericia dúctil, es decir, que sean capaces de utilizar los conocimientos aprendidos en contextos cotidianos de forma pragmática. No se trata pues de repetir la información aprendida en las aulas, sino de conseguir la transferencia del aprendizaje. Que este saber no se deposite en compartimientos estancos delimitados por las áreas de aprendizaje, sino que se mezcle, se interrelacione, sea útil para vivir y generar nuevo conocimiento.
Y como docentes podremos sentirnos satisfechos al pensar que ninguno de nuestros alumnos podría formar parte jamás del equipo de construcción del puente sobre el rio Cau Cau.
Tomado del Tiching blog
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